¡Tú puedes! Solo deja de hacerte %$#&*#+

Sentarse a escribir pensando que te quitará el hambre, que atenuará tu soledad o que te desvanecerá el deseo. Escribir a ratos sorbiendo de vez en vez traguitos de una copa de vino tinto, del barato, porque este oficio de “Inventor de Historias” no deja para cavas memorables como pensaste hace algunos años. Escribir con la conciencia que un día de estos te llegará una inspiración sublime y te pondrás a redactar, sin comer y sin dormir, un libro magnífico; como si te lo dictara a ratos un Ángel y en sus descuidos un Demonio; un libro que te sacará de pobre, y también de Pobre diablo. Para que a ese primero le siga un segundo, igualmente bueno o mejor; luego otro, después un cuarto; y antes de que cumplas setenta y cuatro, ya tener de menos siete que en reconocimiento modesto hagan que te otorguen el Pulitzer o el Booker Prize, incluso una condecoración en Francia, o ya de perdida un reconocimiento digno en la FIL de Guadalajara; para que a los setenta y ocho sonar como un indiscutible candidato al Nobel. Sentir que Munro y Márquez te quedan chicos, que ya te igualas a Kafka y a Dostoievski, que Murakami y Leñero se quedaron lejos, allá en lo bajo, sin brillo; porque nunca encontraron la fórmula que tu hallaste, esa que hizo que tus textos tuvieran un gancho misterioso para atrapar al lector que osó asomarse a la primera página de tus libros, para encadenarlo a tus textos como mosquitos a un papel atrapamoscas. Hacerlo cada día, cada tarde, cada noche en que te llega el “Mood” de escribano, aunque te des cuenta que del vino pasaste al tequila y luego al aguardiente, y ya te has convertido con el tiempo en un borracho perdido. Sí, en un borracho, pero en un borracho instruido, en un borracho escritor, que no es lo mismo. Un verdadero “Ivrogne”, casi como el autor de El Viejo y el Mar, o como un auténtico Bukowski, que además de borracho era pelado.

Reconocer que la fórmula fue fácil, fácil y sencilla para llegar a un reconocimiento más global que los cambios atmosféricos, a esos premios que te llevan de un país a otro, de una sala de conferencias a librerías o a bibliotecas de las que ya pocas existen, para hablar de tus vivencias, de cómo te hiciste escritor; tú que viniste del fango, de una ciudad de inundaciones de lodo y de baches advenedizos; de cómo la modestia y el esfuerzo diario hicieron su magia, además de los cientos de fregadazos que te dio la vida, para hacerte un escritor famoso, uno de frases que quedarán para que otras generaciones las recuerden; y que esa fórmula al igual como te resultó a ti, a otros les puede ser de beneficio para que logren sus planes y tengan éxito y dinero; y ya con dinero conseguir todo lo que quieran, TODO; por lo que no la patentarás y prefieres dejarla en este texto con letra grande y clara.

                                                                 ¡Tú Puedes!

                              Sólo deja ya de hacerte   #$%&$% !!!

 

               ɞɞɞ …. ∞∞∞…. ɷɷɷɷ …. ϰϰϰ …. ɷɷɷɷ…. ∞∞∞ …. ɞɞɞ

 Van otros poemas de esos que escribí en Japón, cuando literalmente anduve de pata de perro; de perro de barrio, que ya es decir bastante, comiendo poco, andando de estación de metro a estación de Shinkansen, de ahí a parque lejano a colina o a puerto; degustando el aire a mordidas y disfrutando con solo ver a esos seres humanos que en lo externo son tan diferentes a nosotros, pero que en lo interno son tan iguales.

 

Poemas escritos en Japón

Abril 6 – Mayo 5   2019

 

    Contigo

Ayer soñé contigo.

No estabas junto a mí.

Estabas distante.

Yo era transparente como el viento

y como el viento de lejos te tocaba.

 

Yo no pertenezco

a este pueblo al que tú te fuiste.

Aquí soy sólo un viajero.

Un viajero que está de paso

como el tren que a las trece siete

a Masuda sale.

 

Ya te vi.

 

Ya estoy contento.

 

 

   Fuerte y Claro

Que alce la mano

Quien no quiera amar

Que lo diga fuerte y claro

Para que todos lo oigan.

 

Que no amar como amar

También se vale.

 

 

   Sakura

Los cerezos

tienen cierta tristeza

que no se parece a la nuestra.

Lloran lágrimas de agua

y el viento frío tira sus flores.

 

Caminamos entre ellas

Y entre ellas un Sayonara

Ya no hace falta.

 

 

    Ya de Viejo

Ahora que me estoy haciendo viejo

quiero conservar la elegancia.

Vestiré un blazer azul marino

con un pañuelo en la solapa.

 

Una corbata de seda y

un pantalón gris y liso,

junto a un buen corte de pelo

y a unos zapatos boleados,

será la fórmula perfecta

para que siempre me quieras.

 

Porque a mí no me importa

que tú también envejezcas,

que el pelo se te torne blanco,

que como a mí se te arqueen las piernas

y se te doble la espalda.

 

Porque para mí sigues siendo

la misma muchacha que conocí

en la estación de Fukuoka

Esperando a que yo pasara

Y te pidiera la hora.

 

 

      Espero

Hoy no tengo prisa

Estoy aquí a la espera

A la espera de que aparezcas.

 

Miro la puerta

y ella me mira.

Espero a que por ella

Se deslice tu zapatilla

y luego tu falda.

 

Hoy no tengo prisa

Me invade la calma.

Antier te vi

Y dijiste que eras mía.

Por eso espero.

Espero a que tu falda

ilumine la puerta…

 

Y se haga el día.

 

 

      Cuando

Cuando no pasa nada

No pasa nada

Nada se mueve

Y nada cambia.

 

Así quiero estar

Cuando yo muera

Que nadie se dé cuenta

Que ya no estoy

Que ya me he ido.

 

 

      Este País

Vivo en este país

Donde pasa todo

Un avión se cae

Un puente se derrumba

Tiembla la tierra

Y un río se desborda.

 

Sólo mi corazón

permanece inmutable.

A él le gusta lo que no cambia.

Un riachuelo entre las montañas

Una banqueta que saluda

Mi cuarto con la cama destendida.

Está solo

Pero está tranquilo.

 

A él le gusta

Lo que no cambia

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