Porque siempre voy a estar ahí

Porque yo siempre voy a estar ahí. Ahí donde tú estés, ahí voy a estar. Así caigan tormentas y así tiemble la tierra, ahí voy a estar.

También cuando haya paz y cuando haya calma, ahí estaré; no junto quizás, pero si cerca.

A tu llamado acudiré como la oveja lo hace al sonido del silbato de su dueño, como el perro que se alegra cuando llegas.

Y aunque nos separen mares y océanos o agrestes cordilleras, cuando me llames, me volverás a encontrar; como si tú y yo fuéramos los mismos que fuimos ayer.

Porque ni tú ni yo hemos cambiado. Bueno... Sí, un poco. Quizás tú te has vuelto tantito más necia y mucho más sentida, y yo un gran huraño y un reservado callado. Y aunque a veces nos separen distancias enormes, de unos cuantos centímetros en la cama, o mínimas de algunos kilómetros entre tu morada y la mía, seguimos siendo iguales, y nos seguimos amando; aunque no, nos lo digamos; porque la distancia entre las almas es mucho más estrecha que la que hay entre los cuerpos y entre los corazones.

Así que siempre, siempre voy a estar ahí. Ahí donde tú estés, ahí yo estaré.



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