Yo así escribo

Alguna vez alguien dijo: Escribo para mejorar el mundo.

Yo igual pongo mi granito de arena para hacer mejor este astro redondo en el que vivimos. Sin embargo, algunos creen que escribir se me da con facilidad, que me siento frente a mi laptop y ¡Abracadabra! Las palabras empiezan a fluir, bajan por mi columna y mueven unos cablecitos en mis dedos... Pero no.

Lo que yo hago es preparar el ambiente, mi lugar donde escribo. Así que pongo una música suave en el estéreo, y me siento a pensar.

Mucho me lo dicta la soledad. Ese estado de estarse quietecito sin hablar. Entonces miro por la ventana; luego me paro y me salgo a mi terraza a meditar y me olvido quien soy; pero me acuerdo bien de la ancianita que me vendió un cesto de tortillas hace un mes, del joven con el que platiqué antier, o del arriero y sus borregos, de esos que ahora no hay, al que me encontré cuando salí a correr. En mi mente los veo y los vuelvo a oír, hablar. Luego miro la buganvilia (aunque a mí me gusta escribir bugambilia, porque me sabe más), y un chuparrosas me distrae.

Regreso a escribir, y no sé si esta vez será un cuento, una historia corta o un poema que me haga chillar. Y sí me pasa. Es la pura verdad.

Ya que tengo un escrito inicial, me paro; luego corrijo, añado, borro, y se va dando el texto formal. Si no queda, lo elimino, y vuelvo a comenzar.

Muchas veces cuando escribo no tengo una canija idea de lo que saldrá, a menos que me haya llegado cuando estaba en el trabajo o cuando manejaba de regreso a casa; y aunque sea mínima, la atesoro y trato de no olvidarla, repitiéndola como parvulito de kínder en el auto, para que no se me olvide o para que no cambie, porque les da por brincar. Si puedo, agarro una pluma un papel y manejando, la escribo sin voltearla a ver.

Ya que está casi terminado el texto, lo dejo un momento. Me paro a cambiar la música, me preparo una taza de té y regreso a revisar. Lo leo de menos unas quince veces, una de esas, en voz alta, luego me lo digo despacito; y calibro, ajusto, aprieto, porque cada párrafo debe ser perfecto; pues el lector es serio, merece respeto y no se le puede engañar.

Esos ajustes son importantes: son el clavo, la pimienta, la canela, la hoja de laurel de ese guiso que es escribir. Si me gusta lo publico en el blog y ahí lo dejo, aunque con desconfianza; porque estoy seguro que mis lectores más estrictos me van a cachar en las imperfecciones y se darán cuenta de que de una frase a otra cambié al sujeto sin razón, o que ese no es el tiempo gramatical que va, ya no se diga si di un salto inesperado en el tono o si el orden de los párrafos no es el ideal.

Por eso de vez en cuando regreso a mi escrito y aunque no lo crean, lo vuelvo a disfrutar.

Pero... Esta vez ya no soy el autor. Soy otro lector.

Me doy cuenta que el cuate olvidó un acento, que una palabra, que una frase está de más. ¡Ah! Caray, descubro que a ese güey le faltó una coma o que no sabe adjetivar.

Entonces, descubro que el proceso de escribir es un eterno vaivén entre el lector y el escritor; ese que yo, no soy.

       …. ∞∞∞∞…. ɷɷɷɷ …. ϰϰϰϰ …. ɷɷɷɷ…. ∞∞∞∞ ….

Este Corona-Virus Time me dio tiempo para escribir, leer y para mucho más. Si sé que en algo puedo ayudar, seré muy feliz; y si les late uno de mis poemas de este texto o de los anteriores, díganselo a quien tengan cerca y díganle que lo acaban de inventar.

 

 

        Verte

Me gusta verte cuando lees

a la hora del almuerzo

Parece que estás ahí. Pero no

 

Viajas y te sumerges

en travesías infinitas

Al pasado, al futuro

a otros pueblos y ciudades

con otras gentes y vestidos

 

Parece que estás ahí

Pero no

 

Estás ausente

 

Te has ido

 

El Deseo

El Deseo es

encontrarnos en

cualquier parte

O no encontrarnos

pero pensarnos

desde lejos

 

Tú, desde tu bahía

Yo, desde mi montaña

 

El Deseo es

Un ocaso

Un abril

sin que tú estés

a mi lado

 

El Deseo es

Suave aroma

Lejano recuerdo

 

Dulce olvido

 

 

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