Kizomba...

Si yo fuera a morir hoy durante esta noche, quisiera morir bailando Kizomba contigo.

Quisiera despedirme de este mundo sintiendo el roce de tu cuerpo con el mío, tus manos atadas a mi cuello, tus brazos recargados en mis hombros, lo cálido de tu pecho, tu frente junto a mi mejilla.

Quisiera morir sintiéndome vivo, tu vientre apretado conmigo y tus muslos rozando los míos, sintiendo tu aliento suave, tu respiración pausada, el quiebre, tu movimiento de cintura; luego, tu abrazo firme, y sentir como tu cuerpo me rodea, buscándome, como dos imanes que no pueden alejarse.

Quisiera perderme en el tiempo y en el espacio, volar juntos hacia ese cielo, a ese cielo que existe porque tú bailas conmigo. Sentir que no somos dos almas separadas ni lejanas, que en la cadencia, en el tempo de la Kizomba, nos hemos vuelto uno, y nos traspasamos.

Quisiera morir sabiendo que eres mía, y que yo soy tuyo; cuando en la penumbra tu cuerpo descubre al mío y cuando tus sentidos perciben lo que sienten los míos. Sentir como las palmas de mis manos se deslizan por tus brazos, por tu cuello, por tu espalda y tu cintura; para hacerte sentir que al cerrar los ojos no tienes miedo, porque en mí confías; para que entonces respondas al vaivén que marcan ellas y al compás que mi cuerpo sutilmente instruye.

Saber que estás aquí, y que yo te cuido; porque cuando bailas Kizomba conmigo, eres lo más bello del universo; decidida, firme, pero frágil y sensible; eres la compañera, la amiga, la amante que no tengo, la que me hace sentir que tú yo nos encontramos en ese breve espacio que queda entre tu cuerpo y el mío.

Antes de la Kizomba yo no era un buen hombre, lo confieso; fue la Kizomba la que me hizo bueno; porque cada mujer que se acomodó en mis brazos fue moldeando poco a poco mi carácter, mis movimientos, mi temperamento; y ahí encontré la paz que necesitaba mi alma. Y cada una de ellas se dio sin miedos, sin recelos, y a todas amé y a todas todavía amo, porque cada una fue alumna y fue maestra; y con el tiempo cada una sintió que había calma en mi pecho y confianza para dejarse llevar y para proponer, para marcar su ritmo.

No, yo no necesito un cielo, si la gloria está aquí, cuando en la Kizomba me pierdo.

Y no me importa morir si puedo despedirme de este mundo sintiendo que mi existencia valió la pena, y que la Kizomba me hizo sentir que realmente he vivido, que he sentido.

 

Y si fuera a morir mañana, igualmente, quisiera morir... Bailando Kizomba, contigo.

 

 

    Kizomba i

Tienes una melancolía

Que se nota a la distancia

Se te sale por los ojos

Por las manos

Por el cuerpo

 

Quisiera abrazarte

y decirte que te quiero

Que a lo lejos

yo te escucho

y que me importas

 

Pero me contengo

Porque ni soy tu amigo

Ni soy tu amante

Ni soy tu compañero

 

Sólo soy un viajero

Que se cruzó en tus pasos

una tarde de Kizomba

Y una noche

De desvelos

 

    Kizomba II

Tu cuerpo y el mío

En estrecho romance

Yo guío, pero tú eres

La que responde.

 

Me presionas

y me impresionas

Al sentir cómo

mueves tu cuerpo

Como adornas

Cada giro

Cada paso

Cada vuelta.

 

Tu baile,

lo envuelve

una nube de misterio.

No eres una mujer fatal.

Más bien eres inalcanzable.

 

Miras desde arriba.

Me barres con tus desprecios.

Y el mundo te queda chico

cuando levantas el cuello.

 

Bailar contigo

Se vuelve un reto

Una afrenta

Que acepto

 

No hay duda.

Eres otra

Cuando bailas...

 

Kizomba

Conmigo.

 

 

    Kizomba III

Yo no tengo religión.

Yo no adoro a ningún Dios.

Sólo creo en la mujer,

como creo en el hombre.

Iguales, parejos los dos.

 

Yo en la Kizomba aprendí

A amar, a sentir, a respetar

A quien no conozco y

a quien no he visto antes.

Y a entablar un dialogo

Que no precisa de

Palabras.

 

Por la Kizomba aprendí

a amar tu cuerpo, el mío.

A amar mi calle, mi ciudad, el tráfico.

El bosque, el campo, el desierto, el mar.

Al aire que respiro y al que respiran

los demás.

 

En la Kizomba aprendí

Que no existen los idiomas

Ni las razas ni los credos

Ni los ricos ni los pobres

Ni los jóvenes o los de más edad.

 

Bailando Kizomba aprendí

Que todos somos iguales.

Que ni uno es menos

Y que ni una es más.

 

 

 

    Kizomba IV

Regálame una tarde

Con dos tazas de café.

Y yo te regalaré una noche

 

De Kizomba.

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