Nadie vino...

Nadie vino y nadie vendrá. Las amistades pasadas no llegaron y los parientes del ayer no han tocado a tu puerta, porque tú has decidido vivir en un hoyo, sellado a cal y lodo. Desconectaste tu teléfono y se acabó el crédito de tu cel; sólo te quedaron estas hojas blancas y un atado de lápices sin sacarles punta.

Qué harás ahora sin tu What´s, sin tu Spotify, sin tu Face, qué harás con tu pluma fuente que no hace más que urgirte a escribir. Qué harás con tus recuerdos, con tu alegría contenida, con esa tristeza que te cargas y con esa melancolía que no te deja cuando viajas de la sala a la recámara, cuando vas al baño o a la cocina, qué harás con esas hojas blancas que en la mesa esperan, con esas plumas que quieren que reveles tus frustraciones y deseos; qué harás con esos recuerdos que te martillean los oídos, con voces sordas que te dicen: ¿Recuerdas? Qué harás ahora que estás solo, que otra vez no tienes compañía; no cualquiera, ésa; la que te miraba deambular en la sala, en la entrada, la que te esperaba, la que un día te dijo que te iba a dejar y no le creíste.

No sé lo que tú harás… Pero si yo estuviera en tu lugar, esperaría, esperaría un día, dos, una semana a que se atemperaran las ideas, a que la soledad adquiera otro nombre: solitud, tranquilidad o paz; hasta que te llegue esa armonía que calma tempestades, y luego si, luego armado con hojas y una pluma me pondría a recordar.


A ése, ya lo olvidaste

Aquí no pasa nada

Nada se mueve

Ni nada importa.

 

El viento se ha ido lejos

A mover ramas de otros árboles

Los zapatos se han quedado esperando

Porque aquí ni una vela se enciende

y la estufa ya se olvidó de la flama.

 

Como un amigo a la distancia.

Ahí me quiero quedar.

Quieto, mudo, inmóvil.

 

No necesitas oírme

Ni te hace falta verme.

Para qué, si sigo siendo el mismo.

El mismo de las camisas a cuadros

y el de los pantalones caqui.

 

Y ése, ya no te hace falta.

Ya lo olvidaste.

 

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