Gracias por existir...

Yo iba apresurado caminando los caminos de la vida. De vez en cuando deshojaba una margarita y me perdía en una noche de sexo y de licor... Creía que era feliz, y probablemente lo era. Dinero, compañía, salud, éxito... Era todo lo que necesitaba. 

Seguí así por varios años. Ya no era un niño, ni siquiera un adolescente. La primera madurez había llegado con responsabilidades del trabajo, con viajes. Emocionalmente era estable; sentimentalmente, también. A veces alguien me amaba y se quedaba conmigo por algunos meses o incluso años, y yo le correspondía, y eso de cierta manera era amor; puesto que corresponder al cariño y a la ternura no es algo complicado ni dificil.

Entonces, por un tiempo me quedé solo por alguna extraña razón. Nadie llegaba para quedarse y yo no quería que nadie se quedase. No por eso pasaron amores pasajeros que duraron semanas o meses, sin que se sintieran como una responsabilidad, como una atadura; algo que ellas no querían y que a mí me venía bien.

Luego un día, apareciste tú. Ni de frente ni cercana, lejana; sin notar que yo estaba por ahí. Y me ignoraste, pero yo tampoco te presté atención, no de inmediato; fue el tiempo y como poco a poco tus pasos y los míos se fueron acercando; y así intercambiamos sentimientos leves, superficiales, simples. Un cómo estás, ahora que andas haciendo, en qué trabajas, bueno, que te vaya bien. Sin mostrar más interés que ese que se parece al que se da entre extraños que no buscan para encontrar.

Y no sé por qué se dio que una tarde tomamos un café, al que le siguió un caminar por las calles, luego una ida a un parque, que bien pudo ser una ida a un cine o a la playa. No hubo besos ni abrazos efusivos, tampoco un tomarnos de la mano... Todo eso se dio una tarde después de no sé cuántos encuentros, pero no fueron locos ni atrabancados, sino suaves y calmados. Tampoco hubo una declaración de quiero, me gustas y mucho menos de te deseo.

Pero el me agradas y el deseo se dio. Una noche en tu lugar y ahí aprendí cómo hace el amor una mujer cuando lo quiere hacer. Entonces quedé amarrado a tu cuerpo y a cómo con él expresabas tus sentimientos y me di cuenta que desde el primer día que te vi siempre fue así.

Hoy ya han pasado muchos años desde que estamos juntos desde que amanece hasta que anochece, dormimos juntos, despertamos en la misma cama o en el mismo sofá, y nos encontramos a la hora del café, en el tiempo que las calles nos esperan y el avión o el tren que nos llevará lejos, o el subterraneo cotidiano. Ahora sí puedo decir que te amo y también que aquí estoy bien, que contigo me siento bien, que no necesito nada más, que estar contigo me basta.

Y también puedo decir... Gracias por venir, gracias por existir.

Comentarios

Entradas populares