Ilhui
Jueves 8 de marzo
—recuerdo, mañana es cumpleaños catorce de Amador—, un día como cualquiera para
mí. Me levanto, me arreglo, y después de tomar un taxi y de dejar a Amador y a
Mizuho en el Liceo, paso a Ciudad Universitaria, a CU; pues el miércoles por la
noche se quedó en el dojo mi equipo de kendo. No lo encuentro, de seguro
alguien lo guardó en alguna parte. Voy frente a Rectoría, tomo el Pumabus, me
bajo en odontología, y voy al metro y luego a la oficina. Llego al trabajo. Un
día como cualquiera. Horas enfrente de la televisión que le llaman computadora.
Transcurre la mañana como si nada. Me llama mi hermana Rebeca, me informa que
algo le pasó a Ilhui, el hijo de Alfredo, mi amigo de hace quince, veintitantos
años. Convenimos en que por la tarde-noche iremos, ella, su esposo Ángel y yo,
a visitarlo a Cuernavaca, y sigue el día. Me salgo temprano del trabajo y nos
vemos en Tlalpan. Pasamos a comprar un bonito ramo de flores —Alcatraces dice
ella—. Yo me quedé pensando que eran mejor los crisantemos. Platicamos en el
trayecto de varias veces en que recientemente vi a Ilhui, un muchacho de
dieciocho años, pura bondad —me quedo pensando que a los dieciocho, en general,
no existen muchachos malos, sólo algunos que han hecho diabluras de gente
grande, por casualidad—, él no; ya en la Universidad, la nacional. Gustaba de
estudiar japonés, un gusto que yo encontré diferente, lo aplaudo, me
identifiqué con él.
Llegamos a Cuernavaca,
en la plática se nos hizo corto el camino. Alfredo vino a encontrarnos. Nos
saludamos como antes, omitimos preguntar: ¿Cómo está Ilhui? Lo seguimos y llegamos a casa de sus papás.
En la entrada muchos chavos uni, supuse que estarían acompañando a Ilhui.
Cierto, todos son sus amigos de la escuela, su novia por supuesto también. Nos
encontramos a muchos cuates. Platicamos de Amali, de Ilhui, de los años de la
Universidad. Nos reconocimos todos. Alfredo, Carmen su mamá, nos recibieron como
otras veces y nos pusimos a platicar. Se acerca Tavo, el hermano de Alfredo y
recordamos la vez que fuimos a acampar una noche en las faldas del volcán
Iztaccíhuatl, el Izta; cuando entre cuatro nos acabábamos un kilo de
blanquillos con tortillas. En fin, es la reunión por Ilhui, nos da gusto
encontrarnos por él, sus amigos de la misma edad, sus papás, sus amigos más
viejos, sus tíos, sus abuelos, sus vecinos también. Daniel recuerda una
anécdota, de cuando un sobrino le preguntó al hijo de Alfredo: ¿Cómo te
llamas? Él dijo Ilhui. Su sobrino le
contestó. ¡¡Quée!!! Muy mexicano. ¿Nooo?
Todos reímos.
Nos llaman y nos
congregamos en torno a donde está Ilhui, alguien dice unas palabras. Todos
contestamos. Se termina. Regresamos a platicar. Al final tenemos que volver
manejando a casa. Otra vez recuerdo a Ilhui, hace dos tres meses vino al
restaurante de Keiko, mi esposa. Le dije: ¡Échale ganas! ¡Ahí la llevas! Nos
despedimos. Caras tristes. Se ven bien por afuera. Por adentro están deshechos.
Me acerco a donde está Ilhui. Le digo: Pronto nos vemos. Nos despedimos de
Amali, de Carmen, de Alfredo. Me quedo pensando: Ilhui está durmiendo. No lo
vayan a despertar.
Ilhui. Dieciocho años.
Una sonrisa bonita, pura, franca, una novia, un chavo sin maldad. Hace un año
todo perfecto, enseguida un cáncer, tratamientos pesados, dolorosos. Ya no los
necesita más. En la tarde mi amigo Manuel, me comentó que no hay dolor más duro
que cuando un hijo se va. Casi llora. Extrapolo, casi lloro.
A mí me hace algo así
la vida... Y me cai que la mando madrear.
Paco
Viveros. 8 marzo de hace
varios años.
ɞɞɞɞ …. ∞∞∞…. ɷɷɷ …. ϰϰϰ …. ɷɷɷ…. ∞∞∞ …. ɞɞɞɞ
-----Mensaje
original-----
De: Alejandro
Enviado el: viernes,
09 de marzo 08:19 a.m.
Para: José Viveros
CC: Todos
Asunto: Re: Saludos
Amigos Todos. Ilhui.
Saludos Paco. Gracias
por retratar bonito un episodio triste.
Mil abrazos para
Carmen, Amalinalli y Alfredo, porque sin saber qué o cómo explicarlo, a mi
esposa y a mí nos enseñaron muchas cosas ayer.
La anécdota de Daniel
me recordó otra: Alguna ocasión platiqué con Alfredo con relación al nombre de
Ilhuícatl que entonces tenía pensado ponerle a su hijo.
Le comenté
—irónicamente—, que yo tenía un amigo que se llamaba Tonatiuh, al quien muchos
terminaron llamándolo Tony.
Tiempo después,
Alfredo recordó nuestra plática y me comentó divertido que algunos le decían a
Ilhui, "Willys".
Quizás en ambos casos,
otro sobrino podría haberles dicho: ¿Quée, muy gringos, no?
Saludos a todos
Alejandro
∞- -
- - -∞∞- - - - -∞∞- - - - -∞∞- - - - -∞∞- - - - -∞
Cuando uno pierde a un
padre. Es huérfano
Cuando pierde al
marido: Es viuda
Pero cuando pierdes un
hijo: No hay nombre. Porque el dolor es el más grande, y ninguna palabra lo
abarca, y nunca se olvida. Se aprende a vivir con el dolor a cuestas.
Un abrazo a tus
amigos.
Todos nos vamos: Pero
duelen más los buenos, pero justo ellos ya cumplieron a lo que vinieron y
aprendieron lo que tenían que aprender y por eso ahora son una estrella más en
la inmensidad del cielo.
Amanda.
Desde Chiapas
∞- -
- - -∞∞- - - - -∞∞- - - - -∞∞- - - - -∞∞- - - - -∞
From: "Bere"
To: viveros
Subject: Re: Saludos
Amigos Todos. Ilhui.
Date: Thursday, 15 Mar
10:01:29 -0600
No había podido leer
mi correo. No sé si sea normal que al ir leyendo el tuyo me hayan dado muchas
ganas de llorar y ahora no pueda parar, no sé con precisión qué es lo que más
me duele, pensar en que Ilhui seguramente tenía muchos sueños y ganas de vivir
o en la pena tan grande de su familia, o tal vez debo reconocer que soy una
gran egoísta y que pienso en mí, pienso, en la oportunidad que nos da la vida
de mantenernos aquí, librando nuestras pequeñas batallas diarias, quejándonos
de todo en todos los tonos, de la cantidad de momentos que dejamos pasar lejos
de gente que nos ama y amamos.
No sé cómo se hace
para llenar un vacío que deja un hijo, ni siquiera tengo idea de ese dolor que
quema por dentro y roba las ganas de continuar. En el pasado con mucho menos me
doble; me da pena reconocerlo, pero así ha sido un millar de veces y probablemente
haya un millar más. O tal vez no, tal vez ciertos eventos en nuestras vidas nos
dan la madurez para tomar la vida como es, pero en serio, sin ignorar las cosas
esperando a que así desaparezcan.
Hace unos días alguien
me dijo, eres afortunada, todo final es el principio de algo; pensé que tenía
toda la razón, lo sigo pensando, aunque no sé cuál es el principio de este
final, y hoy que me siento tan sensible y conmovida por la noticia, debo creer
con más ahínco en ese principio.
No sé adónde va un
chavo de dieciocho años con cabello despeinado y mezclilla roída; pero sé que
comienza algo. Ojalá sea tan excitante como su estancia en este paraje. ¿Y por
qué no? Aún más.
Por favor, transmite
de mi parte a Alfredo y a su familia un abrazo de esperanza.
Bere
Comentarios
Publicar un comentario