Carl Sagan. La Muerte
Algún día, desde luego, la muerte me reclamará, como hace con cada uno de nosotros. Es sólo cuestión de cuándo, y de cómo. He aprendido mucho de nuestras confrontaciones, sobre todo acerca de la belleza y la dulce acrimonia de la vida, del valor de los amigos y la familia y del poder transformador del amor.
Me gustaría creer que cuando muera seguiré viviendo, que alguna parte de mí continuará pensando, sintiendo y recordando. Sin embargo, a pesar de lo mucho que quisiera creerlo y de las antiguas tradiciones culturales de todo el mundo que afirman la existencia de otra vida, nada me indica que tal aseveración pueda ser algo más que un anhelo.
Deseo realmente envejecer junto a Annie, mi mujer, a quien tanto quiero. Deseo ver crecer a mis hijos pequeños y desempeñar un papel en el desarrollo de su carácter y de su intelecto. Deseo conocer a nietos todavía no concebidos. Hay problemas científicos de cuyo desenlace ansío ser testigo, como la exploración de muchos de los mundos de nuestro sistema solar y la búsqueda de vida fuera de nuestro planeta.
Deseo saber cómo se desenvolverán algunas grandes tendencias de la historia humana, tanto esperanzadoras como inquietantes: los peligros y promesas de nuestra tecnología, por ejemplo, la emancipación de las mujeres, la creciente ascensión política, económica y tecnológica de China, el vuelo interestelar.
De haber otra vida, fuera cual fuere el momento de mi muerte, podría satisfacer la mayor parte de estos deseos y anhelos, pero si la muerte es sólo dormir, sin soñar ni despertar, se trata de una vana esperanza. Tal vez esta perspectiva me haya proporcionado una pequeña motivación adicional para seguir con vida.
El mundo es tan exquisito, posee tanto amor y tal hondura moral, que no hay motivo para engañarnos con bellas historias respaldadas por escasas evidencias. Me parece mucho mejor mirar cara a cara la Muerte en nuestra vulnerabilidad y agradecer cada día las oportunidades breves y magníficas que brinda la vida.
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Y si tú aún crees que después de la muerte hay otra vida, entonces... ¿Dónde están los cientos de miles de millones de seres que han muerto desde el inicio de los tiempos hasta este día? Y no hablo sólo de los seres humanos, tal como ahora nos conocemos, dónde están los cromañones, los neanderthales, los que no tenían nombre ni clasificación, porque muchos de ellos también creyeron que la muerte no era el final de todo y que pasado ese umbral había otro tipo de "vida".
Aclaro que de haber otra vida después de la muerte, ese derecho aplica para todos, para quienes creen en un Dios, y para quienes no creen, y por esta simple lógica, aplica para todos, lo que hace una multitud infinita de seres que "viven" del otro lado.
¿Y por qué sólo los seres humanos esperamos esa otra "nueva vida"? ¿Por qué les negamos ese derecho a los chimpances, a los gorilas y a los orangutanes, nuestros parientes más cercanos? ¿Y por qué los perros y los gatos, las medusas, los cangrejos, los delfines, los elefantes y los pulpos, las mismas hormigas, no tienen o no les concedemos ese derecho a "ir" a una "nueva vida"?
Si somos justos, y si así como nos concedemos el derecho de "renacer", también concedámoslo a todos los seres vivos.
De modo que si todo ser viviente tiene ese derecho, el pasado o ese mundo misterioso que existe después de la muerte, ya se pobló de miles de millones de millones de seres, y la Tierra, el aire, o todo lo que aquí existe es demasiado reducido para que "quepan" todos esos muertos que han pasado a una segunda vida. Lo más lógico es que entonces haya un "universo" para todos los que mueren.
Con esta lógica, no me queda más que pensar como Carl Sagan. Ésta es la única vida que tengo. Y la compañera que está junto a mí, y mis hijos, mis padres, mis abuelos, mis vecinos, mis amigos y mis compañeros de trabajo son únicos. Y sólo existe este tiempo y este lugar.
Mejor aprovechémoslo y no lo desperdiciemos... porque si hay otra vida, seguro estará muy concurrida.
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