Hoy

Hoy me dije:

“Ya que hace tiempo que no escribo; esta vez, voy a redactar una carta triste.”

“Una que se sienta como si tuvieras clavada una espina a un ladito del corazón, y que al más alegre lo entristezca de pronto y al contento lo torne sombrío y depre, sin esperanza ni pasión; aunque para todos ellos, afuera, brille fuerte el sol.”

Así que me hice de las palabras más sentimentales, llegadoras y contundentes. Esas que de un golpe te derriban, te descuentan, te mandan de bruces al suelo.

Probé cada una, hasta cerciorarme que realmente fueran efectivas, que no hubiera ni pizca de probabilidad de que no te hicieran perder el equilibrio.

“Sí, fueron esas que, además de un tono desolador y de una inexplicable y melancolía que calaba hasta lo más recóndito del alma, traían pegadas imágenes del pasado super desarmadoras y sin esperanza.”

Me miré al espejo y me las dije una a una. Primero despacito en voz baja, luego como si yo estuviera platicando conmigo mismo. La tercera vez, me las grité a la cara para sentir sus puntillazos, sus madrazos de golpe.

Las repetí en el mismo orden una vez más, hasta derramar abundantes lágrimas que corrían por mis mejillas, como si yo fuera un ser desamparado que no tiene quien lo quiera ni quien lo estime. Me zarandearon hasta los huesos como a un perro sarnoso y flaco que se revuelca en la grava del piso para disminuir su agonía y su dolor.

“¡Caray!” Me dije. “Si que he escogido las palabras más tristes, las más contundentes, las más desoladoras, esas que le van a un solitario que a nadie no le importa, que no tiene ni un amigo de verdad; con ellas ya puedo trabajar mi escrito, ese que desahucie al más feliz.”

“Iniciaré describiendo un ambiente terrible, sin paz, sin calma, sin esperanza, donde el fuerte golpee a los débiles, a los carentes, a los desvalidos; que se ensañe con ellos a puñetazos proliferando groserías que ofendan hasta a los más gandallas del barrio; donde ni los ingenuos encuentren esperanza, donde los osados no se atrevan a poner un pie y huyan despavoridos, donde no haya héroes ni heroínas, donde los ancianos se sientan desamparados y perdidos y las mujeres sin un lazo de amor que las una a nadie ni a nada, solas a su suerte y abandonadas. Luego, con esas palabras describiré un personaje sombrío, oscuro, que se parezca un tanto a mí, pero que no tenga mi nombre, ni mi ropa, mi estatura o mis gestos; para que nadie se dé cuenta que sigo siendo yo, y no pueda adivinar la desesperación, la agonía, la soledad por la que ahora paso.”

“Un escritor”, me digo... “Es un chingón que con las palabras puede hacer lo que quiera y no tiene limitantes.”

 Escribo un primer párrafo.

 Hoy me sumerjo en mi propia tristeza; se me queda pegada a la piel como si fuera fango y me ahoga. Hoy prefiero pasar un largo tiempo a solas que lidiar con aquellos que por la calle presumen alegría.

Sollozo a escondidas, quedito a veces y a veces a gritos apagados, lejos de la mirada de amigos, de conocidos y de extraños, pues esta tristeza es sólo mía, y hoy, al menos, no quiero compartirla con nadie, no quiero que alguien la vea.

Esta soledad, en este rincón alejado y oscuro, es el calmante que me hacía falta, y no me importa que afuera aún gire el universo, yo en esta esquina encuentro calma; la calma que le hace falta a eso que otros le llaman el alma. Ya mañana o el fin de semana, si me siento ligeramente fuerte, quizá pueda salir a que me dé también un poco el sol…

 “Es bastante bueno. ¡Carajo! No es solamente bueno, es tristemente desolador.” Me digo y lo medito mientras lo releo.

Suena el teléfono. No le hago caso e inicio un segundo párrafo que ya tengo bien armado dentro de mi cabeza; es incluso más triste y pegador. Estoy seguro que con algunos cambios amarra con el primero y refleja esta pinche tristeza que ahora tengo. El ring continúa y me molesta.

Dejó pendiente en el ordenador mi segundo texto para ir adonde se encuentra el teléfono, tratando de moderar mi enojo al contestar.

“¿Hola...hola?”

Es ella... Ella

Me invita a salir a tomar un café. Me niego. Sé que cuando estoy triste no sirvo de compañía. Además, en realidad me siento terrible, no entiendo este estado de ánimo que me tiene en la lona, me siento abandonado.

Trato de ser cordial al despedirme, y luego cuelgo.

Regreso a mi carta y escribo el segundo párrafo, que dice...

 

             …. ∞... ɷɷɷ …. ϰϰϰ …. ɷɷɷ... ∞ ….

 
 

Un Poema Para Ti

Yo quiero ser ese alguien

Que te haga olvidar el ayer

Y que te haga soñar un mañana

 

Un mañana, no para ti, ni para mí

Sino para nosotros dos

 

Un mañana sin celos ni dramas

Sin promesas dichas con sonidos

Pero sí con miradas

 

Un mañana simple

Que empiece con un pan y un café

Y que termine con un diálogo sin palabras,

mientras bailamos en la orilla…

De la cama

 

Un mañana donde estés

Tú junto a mí

Y yo...

 

Cerca de ti

 

 

Semántica

Porque no es lo mismo

La soledad que el abandono

Uno es plenitud

El otro es pobreza

Uno es tú mismo

Lo otro, lo que dejaron de ti mismo

 

 

      No hemos roto nada

No hemos roto nada

Y ya todo se desquebrajó

Ni yo entré en ti

Ni tú te metiste en mí.

 

Así que,

No hemos roto nada

Pero ya todo se desquebrajó

Todo, dentro de mí

Todo, dentro de ti.

 

 

Si Yo Te Hubiera

Si yo te hubiera cazado

no hubieras tenido

ni pablitos, ni paquitos

ni juanitas, ni marías.

Hubieras dado a luz

azucenas, margaritas,

amadores y marysoles.

 

Si yo te hubiera cazado

no hubiera habido misa

de cada ocho días

los domingos en la noche.

 

Hubiéramos celebrado

rigurosamente

de lunes a sábado,

misa de gallo de cuatro a siete,

y el domingo lo hubiéramos dejado

para ir a confesar nuestros pecados.

 

Todas estas cosas

y muchas más,

hubieran pasado…

 

Si yo te hubiera

casado.

 

P.D. La música es de Germán Studd

 

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