El Hombre Rojo

Yo soy el hombre rojo.

Decidí serlo desde que era un niño de seis o siete.

Sucedió que un día me corté con un cuchillo la punta del meñique izquierdo y me di cuenta que por dentro era totalmente rojo.

Desde entonces decidí que por siempre mi vida estaría ligada al color rojo, que me iba bien el rojo y que era el color que más me gustaba de todos. Así que mi vista, mi mirada, se atoraba en todas las cosas que fueran de ese color; ya fuera unas fresas, unas manzanas, una blusa, una bugambilia, una bicicleta, o un anuncio de la Coca Cola; y le tomé afición, cariño, a ese color distintivo.

De niño conservé sólo un pañuelo en mi mochila, que era de ese mismo color; y ya de jovencito mantuve de vez en cuando una mascada roja atada a mi cuello y una cadena discreta con un dije pequeño, rojo esmeralda; pero desde que me hice independiente y que ya no tuve que dar cuenta a nadie sobre cómo vestía, he mantenido alguna prenda roja; ya sea el saco y el pantalón, uno o lo otro, o los dos; o sólo la camisa, combinada por lo regular con una corbata de un rojo más intenso.

Con el tiempo decidí que también mi ropa interior debía ser roja; por lo que mis pants por fuerza son de un rojo fuerte, casi oscuro, como la sangre. Eso nadie lo sabe, pero es lo que le da energía a mi personalidad y a mi carácter. Para las camisetas soy más mesurado y acepto que rayen en lo rosita; pero eso sí, los calcetines, que son los únicos que sobresalen, son de un rojo definido, y cuando quiero disimularlos porque la gente detiene en exceso su mirada en ellos, uso calcetines dobles, dejando encima unos color negro o gris oscuro.

Ya no diré que las sillas de mi casa están tapizadas en rojo, como roja es la moto que tengo, y mi coche es también rojo. “Es rojo pasión”, dijo el vendedor de la agencia, y entonces ya no hubo discusión en el precio.

Para mí la vida tiene un tinte rojo. Roja es la muerte violenta y rojas son las discusiones que te vibran, las que defiendes. Roja es la pasión, rojo es el deseo, hasta la libidinosidad es roja. La intimidad suavecita, la ternura y el amor también son rojos, aunque de un rojo diferente, más claro, más transparente.

La carne que a mí me gusta es roja y el vino que me place también es del mismo color. Igual prefiero los tomates rojos a los verdes, la salsa roja a la de otros colores. En mi cocina la licuadora es roja, como lo es la balanza y la cafetera. En mi cama las sábanas son rojas y rojas son también las fundas de mis almohadas. Igual cuando amo, las palabras que salen de mis labios llevan calor, queman, son candentes. No son rosas ni amarillas, son rojas.

Hasta podría decir que mi soledad y mi tristeza no son negras ni oscuras. Ambas son rojas, como roja es mi alma; pero no por eso soy un diablo ni un satán; tampoco soy un maldito. Simplemente es roja; como blanca es el alma de los santos, y como negra es la de los malvados.

Tampoco crean que porque prefiero el rojo, todo lo que tengo, lo que poseo, se vuelve rojo y pierdo estilo. No. El rojo, como yo lo uso, me da distinción, me da clase, me separa de todos. Así que mi vida gira en torno al color rojo.

Yo no soy de medias tintas ni de oscuridades, no doy medias vueltas, ni esquivo las miradas, porque soy el hombre rojo; y rojo es el color que más amo, el que sobre los demás, prefiero.

 

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Van algunos poemas que tienen algo de rojo

 

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Capri C’est Fini

             Je n’irai plus jamais

          Ou je t’ai dit je t’aime.

 

Ya mis palabras no son para tus ojos,

ni mis besos son para tus oídos.

Ahora soy el triste,

    el solitario,

        el melancólico.

Me he dejado crecer la melena y los sentidos.

 

Voy solo por la calle

y encuentro en los recuerdos

el sabor de la comisura de tus labios,

    la frescura de tu vientre,

      el olor de tu cansancio,

         tu sombrilla roja,

             tu bikini,

                 tus sandalias.

 

Y recuerdo esos días en que juntos

caminábamos por la orilla de la playa.

 

Te miraba.

Me mirabas.

     Y éramos dos mudos…

 

            Enloquecidos.

 

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Le Fric

Ahora que soy otro pobre de los pobres,

que el crédito de mis tarjetas se ha agotado,

que han cortado la línea del teléfono,

y que espero impaciente la cuenta de la luz.

 

Ahora que mi Ford ya no camina

por “Exceso” de combustible, obviamente,

que no tengo presupuesto para hablarte,

e invitarte, e invitarme, a salir.

 

Ahora que la quincena no alcanza,

para llevarte al cine de la mano,

o tomar un café con postre por la noche,

ya de menos en el Sanborns o el Vips.

 

Ahora que no hay lana

para el ramo de frescas rosas rojas,

para darte un regalo por sorpresa,

para hacerte una propuesta indecorosa.

 

Ahora entiendo porque algunos atrevidos

en lo más oscuro y escondido de algún parque,

sin tanto ruido y sin tanta faramalla,

se aventuran y deshojan

una flor.

 

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Me Gustan

Me gustan tus ojos

me gustan tus ojos cansados

me gustan tus ojos cansados de nada

 

Me gustan tus labios

me gustan tus labios cerrados

me gustan tus labios cerrados y rojos

 

Me gusta tu tristeza

me gusta tu tristeza de luna

la que veo en tus ojos cansados de nada

la que leo en tus labios cerrados y rojos

 

 

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Mujer de negro y rojo

Qué me diga si no sabe

del sabor de mil enojos.

 

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