2112. CORONA VARIANTE N+1

 ¿Sabías que el mundo no es real? No. Nada existe, nada es. Ni tú estás aquí, ni yo tampoco. Así que, de nada sirve que digas que me amas, y de nada sirve decirte lo mismo; porque yo estoy hecho de humo, de humo electrónico y de moléculas obtenidas In vitro, y tú fuiste creada como una programación de micro nano elementos en fase Beta para probar que era posible crear vida, entes con movilidad, con latidos, pero sin alma.

Pero eso no importa, porque no estamos en el año de entonces, cuando existían los humanos reales, los que creaban seres nacidos de la confluencia y la interjección de un hombre y una mujer, porque se amaban o porque sentían gusto, cariño y placer al hacerlo.

Ahora el mundo ha cambiado y sólo han pasado noventa y un años desde que todo inició con un inocente virus que agarró a la humanidad desprevenida, a gobiernos, a países, a la sociedad, y sobre todo a los necios e ignorantes.

Primero creyeron que con vacunas formuladas a las prisas lo tendrían dominado en pleno pico de una segunda ola, pero después les llegó una tercera y la cuarta causó verdaderos estragos. A ese virus le siguieron otras calamidades, siempre la siguiente peor que la anterior, pero todas mortales; y sus estragos no los hicieron mejores, simplemente, diferentes; y quedó demostrado cuán débiles eran.

Desde entonces todo cambió. Los conceptos de alma, de bondad, de religión, de miedo, de aislamiento; hasta el concepto de Dios fue radicalmente modificado, y todas las razas en sus religiones se dieron cuenta de que era el mismo, y de que era necesario, porque no había bastión ni ancla de donde asirse.

A pesar de esos embates de un caprichoso destino, la humanidad no se detuvo en querer descubrir otros mundos, en ir a explorar otros planetas, en proponerse llegar a meteoros y de traer sus polvos. Y lo hicieron con éxito, y con ellos llegaron nuevos males para los que no se tenía cura ni visos de que se desarrollara un antídoto, porque mutaban mil veces en un día, desafiando a la ciencia más avanzada. Fue una triste lección de lo que conlleva querer tocar el infinito.

Ahora, los que sobrevivimos, tendremos que reescribirnos; tendremos que inventarnos una bondad nueva y reinventar los mares y los desiertos, limpiar los cielos, vaciar las cloacas y escribir una nueva moral, una nueva ética, porque la memoria ya no nos pertenece, quedó en el pasado, en el pasado en que todo lo perdimos.

Por fortuna nuestra ciencia ha venido en nuestra ayuda y en años recientes hemos creado humanos inmunes a cualquier bacteria y a cualquier virus, aunque sin sentimientos y sin alma.

Así que... Tú y yo sólo somos dos desconocidos que recorremos el mismo camino. No porque queremos acompañarnos, sino porque para ti y para mí... No existe otro destino.

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