Si me preguntas cuántos años tengo...

Si me preguntas cuántos años tengo.

Te diré que los suficientes para haber caminado sin cansancio tres continentes, y que me restan los necesarios para andar los que me faltan.

Te diré también que tengo los años para haber pasado por innumerables tristezas y amarguras, pero que se han quedado cortos para disfrutar todas las alegrías.

Te diré que los años que ahora tengo me han servido para amar profundamente a más mujeres que los dedos de mis manos, pero que no por eso se ha vaciado el bote de cariño y de ternura que guardo dentro de mi cuerpo.

Y si insistes en que te diga cuántos años tengo. Te responderé que los que he acumulado no han bastado para violentarme con un ser humano por estúpido, tonto, agresivo, prepotente o imbécil que parezca; pero tampoco han sido suficientes para alabar al mesiánico, al fatuo, al engreído, o para tolerar al acomodadizo, al zalamero o al falso.

Al final de cuentas, estos años me han servido para errar y equivocarme; una y otra vez, paso a paso, y a veces, día a día; pero también para tener contados aciertos; para ser necio y obstinado, rayando en lo bruto, lo que algunas veces me ha traído satisfacciones y éxitos. Me han servido para ver y observar, para oír y escuchar, para entender y para sorprenderme con sucesos, con cosas, que a los demás les podrían parecer simples, banales y sosas.

También, estos años que ahora tengo me han servido para creer en el ser humano, y para decepcionarme con algunos de ellos. Y con lo viejo que ahora soy, me he dado cuenta que en realidad soy más joven que muchos jóvenes que se creen viejos; y aún más, que muchos de mi edad que se consideran jóvenes; aunque cierto, tengo menos fuerza, pero más cabeza.

Estos años me han servido para amar la luz y la obscuridad, y las gamas que existen entre ellas, para amar al árbol y a la hierba, al gato, a la lombriz, al zaguán de mi casa y a la piedra que está en la esquina; también para agarrarle un especial cariño a este cuaderno en que escribo y a la mesa en que me recargo. Me he dado cuenta que ya no amo al Sol, ni a la luna, ni a las estrellas, porque sé que no me escuchan y que están distantes.

Pero si mis respuestas no te satisfacen e insistes en preguntarme cuántos años tengo. Te diré que los suficientes para haber saboreado nostalgias y melancolías de todas clases; aunque algunas se parecieron a pequeñas depres; y que también he pasado por días obscuros en que caí en un pozo profundo sin cuerda de salida, pero que aquí estoy afuera, con algunos años más que tú que me preguntas... Porque un viejo no le pregunta a otro: ¿Cuántos años tienes? Si es evidente que éste le aventaja en la cuenta, y que a él ya no le importa el número, sino seguir caminando hacia la muerte.

En resumen... Ya olvidé cuántos años tengo, porque ahora no los cuento.

He comenzado una cuenta regresiva. Así que cada día, es un día nuevo.

 

   ….∞…. ɷɷɷ …ϰ…ɷɷɷ…. ∞….

 

 

Porque

Porque al final

Tú nunca me quisiste

Como yo te quise

Ni me llegaste a desear

Como yo lo hacía...

 

Tu pequeña vela

No era comparable

Al incendio atroz

Que consumía mi cuerpo.

 

Entonces...

Un viento sopló en dirección opuesta.

Atizó mi fuego y sin querer...

Extinguió tu vela.

 

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