Dónde escribo...

Escribo en cualquier lugar en que me encuentre la nostalgia, de preferencia de noche, solo y sin sonidos. Las más de las veces cuando estoy de viaje en un país al que yo le llamo el extranjero, aunque éste quede dentro de mi propia casa.

La escritura no me llega de pronto, tienen que pasar algunos minutos u horas previas de soledad, como si me preparara para su arribo. Entonces viene la corrección de la nota de la semana, de la novela que nunca termina, el poema insólito.

Me sorprende y me dice “Hola”; me acompaña y charla conmigo. Cuando se va —lo que sucede como una despedida larga—, me doy cuenta del lugar físico en que me encuentro, de la hora. A veces es en el metro, en un café, en mi recámara, pero eso sí, siempre que me estoy a solas.

Hoy que regreso de un viaje por la cotidianeidad, la del día, es el poema el que me busca; el de soledad, el del desánimo, el de tristeza. Juro que lo evadí, que le di la vuelta las veces cuando lo vislumbré a la distancia; pero al girar en la esquina de mi vida, me estaba acechando y me ha tomado preso.

¿Por qué me busca? Seguro que fue esta pinche combinación de sentimientos de desesperanza y de rabia, los que se confabularon con mi desánimo y mi aburrimiento.

Así pues con frecuencia uno no busca, el entorno y esa parte que pone el alma, la de uno, y la de los otros (las más de las veces, las de las otras), junto con las alegrías, las enfermedades, las carencias, las necesidades, es lo que hace al poema, como éstos que hoy vinieron a mi encuentro.

 

¿Qué es tu cuerpo?

¿Qué es tu cuerpo?

¿Qué es?

¿Y tú? ¿Quién eres?

...

Hoy declaro que odio.

Que te odio a ti

Lejana y estúpidamente vecina

Mujer ausencia y deseo.

Mujer necesidad.

Hueco, vacío…

 

Abismo en que me caigo.

...

 

Mi corazón dijo Sí.

Mi cuerpo dijo No.

Take me to a sad place;

then, take me where

there is happiness too...

I said to the taxi driver.

 

And he took me

Back home.

 


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