Il Mio De Profundis. Parte I
Habría que reconocer que uno es ése en que conviven otros. A veces más puros... a veces más malignos ‒pero quizás más prácticos‒; y que toda santidad o perversión lleva su gozo y sus temores, y que en ocasiones vale la pena ir más allá de los límites, porque el camino trillado se torna extremadamente penoso y aburrido. Eso sí, hay que estar conscientes que ambas prácticas conllevan un mucho de ganas de ser, de volverse; y un tanto, de locura, de arrebato; y en ocasiones, de arrepentimiento.
Por eso...
Elige bien hacia qué lado de la vida quieres dirigir tus pasos,
porque cada acción del quehacer diario deja huella en lo que somos o en lo que
seremos. Eso al final se nota, y las más de las veces, no sólo afecta a uno
mismo, sino también a otros; porque no hay maldad u obras buenas que uno lleve
a cabo solo, y que hasta ahí se queden; y quienes participan deben estar
conscientes que toda acción tiene sus recompensas y sus riesgos.
Tendrías que comprender que los grandes pecados y las peores
perversiones empiezan en la mente; lo mismo en ella se dan las grandes virtudes
y las santidades. Pensamientos puros, castos todos los tenemos, como también
tenemos pensamientos perversos y malignos. La cuestión, entonces, es dilucidar
qué tanto de lo que la mente genera quieres que desemboque en acciones que
produzcan realidades; porque al fin y al cabo debemos asumir y afrontar las
consecuencias de las acciones que tomamos, cuáles sean... y aceptarlas.
Cuando en duda, será de ayuda detenerte a pensar en las
implicaciones que éstas tienen... y en sus consecuencias. El resultado será
mejor, y tendrás más de que sentirte orgulloso y satisfecho; y menos de que
preocuparte o arrepentirte.
Dentro de las vicisitudes de la vida, goza de las cosas simples,
como lo hacías cuando eras jovencito. Así, como vienen: Planas, sin merengue ni
envoltorios sofisticados, y sin esperar de ellas más de lo que tienen, lo que
traen consigo. Un rayo de sol, el trino de un ave, la textura de la corteza de
un árbol, el caer fresco de la lluvia, el paso delicado de un insecto, el golpe
imponente de la ola, el temblor inesperado de tierra, el cuarto creciente de la
luna, el identificar a Venus.
Vive simple, sin glamours innecesarios, sin ostentar títulos de
nobleza y sin hacer alarde de riqueza; aunque la tengas. Porque la verdadera
riqueza es la del alma, que sólo se ve, aflora en el contacto con los otros,
con todo ser vivo y con todas las cosas, porque ellas también tienen alma. Así
el arroyo canta y el viento susurra, el frío abriga y la bruma es necia.
Aprecia el arte por burdo que parezca ‒siempre que sea genuino‒,
así refleje las limitantes del artista, su pobre educación, su falta de
implementos. Détente ante una obra de arte, exquisita y magnífica. Se vale
enmudecer frente a ella, quedarte sin habla, sin aliento.
Sé agradecido con los músicos y cantantes que de repente
aparecen en tu vida y vienen a alegrártela con sus melodías ‒burdos o
sensitivos, virtuosos, diestros o torpes, afamados o desconocidos‒. Así sea una
jovencita enjundiosa pero destemplada en un vagón nocturno del subterráneo; una
soprano o un tenor, excelsos y renombrados en el Teatro Nacional; una orquesta
impecable tocando una sinfonía de Dvorak o de Mozart; una banda Dixieland de
elegantes sacos a rayas rojas y sombreros planos, o una de viento en un pueblo
polvoriento y olvidado, de tuba, trompetas y platillos lastimados; un dúo de
banqueta con instrumentos y voces dispares, o uno de piano y violonchelo, de
esos afamados que viajan por el mundo mostrando su sensibilidad y su destreza
dando conciertos de Liszt o de Beethoven... o el simple organillero nostálgico
del semáforo. Deja que sus ritmos y su sensibilidad te penetren y te conduzcan
a su mundo de paz, de calma, de contento, que disipen por un rato tus
preocupaciones y presiones, y que tu alegría y felicidad en ellos encuentren
arrullo.
Domina algo. El control de balón o de pelota, un instrumento
musical de aliento, percusión, o cuerdas, el lenguaje con el que te conduces,
un idioma extraño que nadie entienda, unos pasos de Salsa o de Bachata, una
especialidad precisa... Pero domina algo de lo que estés orgulloso, aunque sea
la manera particular en que tú mueves el florete. Encuentra gozo en él y
divertimento, y cierto orgullo, cierta arrogancia.
Abre tus sentidos y percibe la belleza en lo que haces, en lo
que participas, en lo que lees, en lo que escuchas. Gózala, apréciala. Siente
un suave Uhmm en su presencia. Porque ese sentimiento es
también una forma de felicidad, de paz, y de sosiego.
Valúa a quienes aprecian la vida y la respetan, pertenezca a
quien pertenezca, sin importarles que otros hayan andado un camino equivocado.
En ellos encontrarás amigos verdaderos.
No juzgues de antemano, y no emitas juicios de bueno, malo, santo, perverso o malvado; sin escuchar argumentos, o aun sin escucharlos. Porque.. ¿Quién es uno para erigirse Juez o Dios de otro semejante?
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