Il mio De Profundis VI
Se vale romper todas las reglas, los marcos, los cánones.
Romperlas a tu modo. Volverte un homeless, un “sin-casa”, un andador, un
vagabundo; sin calzado, sin peines ni toallas, sin etiquetas ni perfumes. Un
homeless que vaya por el mundo despeinado y solo, sin preocuparse de la próxima
comida, o de si hay mesón para pasar la noche; para probarte a ti mismo que
puedes sobrevivir sin todas las propiedades y marcas que dices que posees, pero
que puedes perder en un chasquido súbito de pulgar y medio.
Ten un lugar propio. Un lugar al que vayas a purificarte de
tantos egos, vanidades y euforias; o de hierros, perversiones y pecados que se
dieron sin saber cómo. Un lugar para escapar y olvidarte simplemente del mundo,
de la vida cotidiana y sus problemas. Tú lo eliges: Sea un claro en la montaña,
una playa desierta, la casa de la abuela; el centro de la ciudad ‒si te va, si
te acomoda‒. Un lugar para que te canses no haciendo nada, o haciendo simples
cosas simples. Un lugar para disfrutar del correr del riachuelo entre las
piedras, del tronar de las marañas en la hoguera, del ruido ensordecedor de los
autobuses, del imperceptible de los durmientes que se estremecen con el paso
del tren de las once y media, de la comida casera sin tenedores ni cuchillos,
sin digestivos; para gozar del rayo de sol, de la sal de mar, de la arena, y de
tus huellas sobre ella. Para después regresar a tu lugar de siempre, aliviado y
presto a retomar tu vida, con las ganas y la determinación de que a partir de
entonces pudiera mejorarse.
Entiende que el orden de las cosas no cambia de la noche a la
mañana, y que cómo son, serán. Porque no habrá varita mágica que las trastoque
en paraísos encontrados o en felicidades irreales, como cuando uno se mete al
cine a ver una película de dibujos animados. Pero también sé consciente que tu
presente y tu futuro es algo en lo que tú contribuyes, en lo mucho y en lo
poco; por lo que disfruta del presente como viene; pues un segundo, un minuto
después, ya es pasado; y el tiempo que pensaste como futuro, para el que
hiciste planes, al estar mirando hacia atrás... ¡Upss! Ya ha llegado. Y peor. Está
corriendo.
El futuro no existe. Punto. Sólo existen planes que tú te has
creado de él en la cabeza. Si no existe, entonces... ¿Cuál es la razón de
tantas angustias, ansiedades y presiones? Así que: Mañana, en la
tarde, la próxima semana, el año que viene, cuando sea grande, cuando me haga viejo,
cuando sea rico... Sabes, son meras ilusiones de la mente. ¿Está claro? Pues
nadie te ha asegurado que vivirás el lunes por la tarde, que la noche vendrá y
te encontrará vivo y sano. Sólo la imaginación puede viajar al pasado en forma
de recuerdos que con el tiempo se distorsionan y pierdes los detalles... ¡Ah! Y
también puede viajar al futuro, y ahí es donde da rienda suelta a sus
instintos, porque allá nada la detiene.
Pero, la imaginación no es ‒otra vez‒ más que el juego de la
mente; y a ella, nada ni nadie la controla. Así que el futuro que te imaginas
sólo se vuelve realidad si tomas acciones pronto y rápido, y de manera
consistente. Si no lo tomas como tal, e igual te aplicas, también funciona.
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