¿Sabías?

¿Sabías que no hay futuro en ninguna vida? No lo hay. Ni en la tuya ni en la mía. Lo que existe es sólo continuidad. La misma que se traduce en el día de mañana. Y si éste es mejor, igual o peor que la de hoy, es algo que tú decides cuando te vas a la cama y cuando pones el primer pie en el piso al despertar del alba.

De modo que en cada respiro, en cada paso, en cada gota de agua que te cae cuando te bañas, en cada suspiro, en cada movimiento de tus brazos, en cada palabra que dices, en cada idea que piensas y en cada hilito de sudor que te recorre, construyes tu propia felicidad; que si la administras bien, la alargas; y si no, la acortas o la conviertes en indiferencia hacia la vida, en desdén, en tristeza o en rencor y odio.

Por eso no cuentes los días ni esperes éxitos y alegrías sonadas de un mañana que no existe. Sólo tienes el hoy, y ni siquiera eso. Sólo tienes este instante y este cuerpo que te acompaña. También tienes tu inteligencia y todo lo que has aprendido hasta estos veintiocho, o treinta y cinco años... ¿Creo que eso dijiste? Mismos que ya están a la vuelta de la esquina.

Y el caminar de esos años te ha traído a esta realidad que ahora vives; que si es buena o mala, ya no importa, si eso es lo que tienes.

Pero esa realidad también te ha traído cosas buenas, maravillosas. Qué sé yo… Un lugar para vivir, un cuerpo sano, una mente lúcida y capaz, todas esas experiencias excepcionales por las que has pasado, un título universitario o de un oficio, un trabajo que sirve.

Así que esas son todas las herramientas que tienes a la mano, y con esas tú conduces tu propio destino de ahora en adelante, porque para qué te quejas del pasado si ya no existe. Con lo que tienes y con lo que vales a partir de hoy diriges y alineas tu destino y enderezas, como si fueran ramas de un mismo árbol, el de aquellos, aquellas que de ti dependen, sean una pequeñitas o unos jovenzuelos de secundaria,

Si las ves o los ves a cada una como un alma y un espíritu que debes moldear y armonizar con los tuyos propios, quizás te sea más fácil. Porque si tu alma y tu espíritu se fortalecen y avanzan, y si mantienes un cuerpo sano, ya la hiciste. Y sin darte cuenta verás que todo será una armonía de todo.

Por eso, sé feliz donde no hay felicidad y se alegre donde acecha la tristeza, que la verdadera tristeza cuando llega no avisa y simplemente hay que dejar que venga y pase.

Ahora que te encuentras sola, disfruta tu soledad, pero también busca compañía que mucho hace falta. Piensa que nadie te va a dar la fortaleza que necesitarás para afrontar los problemas que vendrán; pero por qué preocuparse por ellos, cuando no existen, y para cuando vengan, simplemente se resolverán de una o de otra manera, que será mejor si le pones empeño e inteligencia, herramientas que ya tienes; además, problemas todos los tienen, de modo que siempre hay espacio para el optimismo, por muy adverso que un panorama parezca.

Vivir es una actitud, más que un problema. Sé fuerte dentro de ti, que con esa fuerza todo caerá por su propio peso. De esa manera la felicidad y la satisfacción vendrán, estén lejos o estén cerca.

Un abrazo, fuerte, como siempre.

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