Ken Griffin

Papá, hoy te recuerdo cuando en las bocinas conectadas a mi compu suena el órgano melódico de Ken Griffin.

¡Caray Papá! Dentro de los alcances de tu educación, ahora me doy cuenta de que eras todo un caballero letrado e ilustrado.

Cuántas veces no escuché las notas de Griffin antes sin darme realmente cuenta de lo mucho que me agradaban. Hoy, otra vez, me llenan de nostalgia e invaden mi alma, y disfruto cada acorde como si dos manos invisibles se sirvieran de mis costillas para pulsar teclas negras y blancas.

Al oír otra vez a Griffin recuerdo que una vez, en los años de la Uni, un amigo me dijo en son de broma: ¿Tú escuchas a Ken Griffin...? ¡Te vas a ir derechito al infierno!

Ahora al escucharlo me doy cuenta que el infierno es delicioso.

Pero entonces... ¿Quién te dijo que Ken Griffin era lo que queríamos oír yo y mis hermanos? Quién te lo mostró, dónde encontraste ese disco que con cariño tanto cuidabas.

Sabías que Ken Griffin tocaba en un café nocturno, el Rivoli, y que murió a los cuarenta y seis años en el 56, apenas tres años antes de que yo naciera.

Vaya, Papá, nunca antes te di las gracias por la educación musical que me diste. El Órgano Melódico de Ken Griffin era uno de los muchos discos que con frecuencia oías, esos que le traían paz a tu atormentada alma, preocupado por cómo alimentar y educar a nueve hijos.

Por ti supe de Bach, de Beethoven, de Haendel, de Mozart, de Paul Murriat y su Orquesta. ¿Quién más los conocía en ese pinchurriento, pero adorable, pueblo donde pasamos la infancia? De seguro muy pocos. Así que yo fui muy afortunado al escucharlos en el viejo altavoz que ponías fuera de la casa.

Papá, dime de dónde sacaste ese gusto por lo extranjero. Nunca vi entre tus discos uno de Luis Alcaraz, de la Sonora Santanera, de los Terrícolas, y mucho menos de Rigo Tovar…

Sabías que en el disco de Griffin hay una melodía que especialmente me gusta. It Had to be You. Tenías que ser tú. Hasta ahora me di cuenta que ese Ken contribuyó mucho a esa nostalgia que cargo, como si en cada evento triste estuviera ahí esa música de fondo.

Hoy a mis sesenta y algo años, gracias a ti y a Ken, he rejuvenecido cincuenta años.

Por lo pronto, seguiré trabajando, escribiendo especificaciones para otro de esos programas de gobierno; y aunque es tarde y el sueño casi me vence, estoy contento, porque a mi lado mi amigo Ken está tocando.

 

Comentarios

Entradas populares