El Alma, el Espíritu, el Cuerpo

Ermitaño


Ese domingo ya la temporada de frío se podía considerar clausurada; así que esa tarde todos los amigos de Carlos llegaron con vestimentas más ligeras y bonitas, sin llegar a las bermudas ni a las chanclas; todos traían elegantes camisas y pantalones dockers o semiformales con suéteres o sacos sport lisos o a cuadros; y las chicas, blusas de manga larga con chales, faldas largas o one piece, que a todos los hacía ver joviales y Classy. Las charlas de Carlos de los domingos por la tarde ya eran todo un evento al que nadie quería faltar para venir a saludar a los amigos.

Esa vez Ying y Lori invitaron a tres de sus amigos de sus clases de baile, quedando que después de estar con Carlos, irían a bailar a uno de los antros latinos del centro; Chandra por su parte llegó acompañado de su esposa, una señora americana, rubia y hermosa aún a sus más de cincuenta años.

En total el grupo rebasaba las quince personas, incluyendo a Constantinos, Dimitri, James Scott y a Bob McNelly. Sólo se notaba la ausencia de Marylin y de Jonathan, pues al parecer Jonathan continuaba enfermo y Marylin estaba atenta a lo que él necesitara, además de que el sábado lo había llevado al hospital para que lo atendieran los especialistas.

Esta vez Carlos se había puesto de acuerdo con Martín, Estela y Pedro para que trajeran tamales calientitos y dos termos de humeante café de olla, y uno más de champurrado de ciruela, para disfrutar el buen clima.

Carlos por su parte, durante la semana estuvo preparando el tema de esa tarde porque el mismo se enredaba y se tropezaba con tres conceptos que tenían que ver con lo que es el ser humano, en su esencia, con lo que siente, con saber adónde dirige sus pasos y cómo convive en sociedad, y al final cómo trasciende, por lo que esa misma semana se quedó de ver con Chandra en la casa de él para revisar el tema que a Carlos tanto le intrigaba, en el que consideraba que Chandra tenía los conceptos más claros y definidos.

Ya todos dispuestos en sus sillas plegables con tamales, atole y café en mano, Carlos, el ermitaño, inició diciendo.

—Hoy vamos a charlar sobre tres conceptos universales muy interesantes. Déjenme decirles que además de documentarme en una de las bibliotecas que hay por aquí cerca y de repasarlos detenidamente con Chandra, medité mucho sobre ellos, porque son extremadamente importantes y porque nos definen a todos y a cada uno de nosotros.

¡Ah! ‒Lo dijo con su acostumbrado inciso de sorpresa, prosiguiendo luego con una calma inexplicable‒. Y no sólo a nosotros, sino a todos los seres humanos de este planeta, y aquí entramos todos, así seamos unas eminencias andando, unos científicos que por estar super metidos en su ciencia ni siquiera voltean a ver a qué horas se oculta el sol ni se ocupan de que día es el día de hoy, o unos místicos refugiados dentro de un convento o en una gruta en nihilista trance, o simples hombres o mujeres de trabajo, de la calle, dedicados a cuidar a nuestros hijos y a mantener la casa, el depa limpio y bonito.

Estos conceptos también aplican a los malvados y a los maloras más maloras, a los que forman parte de las mafias más desalmadas y a lo que han cometido delitos y faltas graves; pero también a quienes de manera desinteresada ayudan a personas en desgracia, a esos seres de una bondad inigualable, meros santos que se disculpan con la piedra que pisan y agradecen al sol y a la aurora disfrutar un minuto más de vida.

Además he de decir que son atemporales, es decir aplican para los hombres de hace más de tres mil años, a los de hace dos mil o mil, y por supuesto a la mujer y al hombre actuales. Y sí, por supuesto, aplican a la humanidad entera, sin que para ellos existan fronteras, grados de estudios, razas o colores.

Hoy vamos a hablar de lo que es: El cuerpo, el alma y el espíritu. Claro, sin hacer referencia a una creencia, religión, secta o agrupación en particular, porque aplican para todas; y aunque parecen conceptos simples, en realidad no lo son, porque precisamente son el alma y el espíritu lo que en esencia nos define, por ellas se dan todas las ideologías, todos los avances de la ciencia; por ellas existen los héroes y los cobardes, los tiranos y los beatos, por ellas hay en este mundo soñadores, poetas y novelistas; por ellas hay artesanos que adoran su trabajo y quienes repudian su oficio, también por ellas se dan los líderes y los títeres, los políticos honestos y los corruptos, por ellas algunos se convierten en dictadores, mientras que otros prefieren seguir siendo simples ciudadanos, también por ellas existen traidores y advenedizos, pero igual seres sublimes y puros, por ellas amamos y odiamos, tenemos celos, envidias y rencores. Por ellas se dan las expresiones del amor y de la ternura, y también las perversiones y pecados.

Se detuvo de pronto. Miró como todos se aprestaban a comer sus tamales, algunos de ellos preguntándose la manera de desamarrarlos, desenvolverlos, y entrarle de lleno a ese extraño alimento con sus cucharitas de plástico.

Carlos, retomando les dijo firme.

—Pero basta de sustantivos y adjetivos y empecemos por partes.

Lo hizo para calmar un poco la algarabía que todavía hacía bulla en los que estaban sentados atrás, que ya habiendo descubierto la manera de comerlos, comentaban lo sabroso que estaban los tamales de rajas, de verde y de mole que habían traído Estela, Martín y Pedro, y también lo delicioso que sabía el atole de ciruela.

Ya que se dio el silencio adecuado y que Carlos terminó de desabotonarse el suéter ligero que le regalo Svetlana de las ventas de oferta de fin de temporada, retomó el curso de la charla.

—El cuerpo en definición es lo más fácil y simple. Es esta coraza y todo el hardware y los programas de software que traemos consigo, y si quieren también incluir eso que los técnicos le llaman firmware o programas embebidos, igual pueden añadirlos. Incluye pues la piel, el cuero cabelludo, el esqueleto y lo que hay entre medio, desde una uña del pie hasta la punta del cabello, pasando por la musculatura, por el aparato óseo y todos los órganos internos que nos permiten caminar, respirar, correr, brincar y sentir, sean el aparato visual, auditivo, táctil, todos los órganos que nos permiten ver, percibir y saborear deliciosos manjares como estos tamales que la representación latina trajo hoy, e identificar sabores dulces, salados, agrios y amargos, así como sus aromas y olores.

Y qué no decir del aparato respiratorio que gracias a él, corremos, chambeamos duro o cantamos a capela, y luego del digestivo y de todos esos órganos que se ayudan uno a otro a que contemos con los nutrientes que necesita nuestro cuerpo, porque todo está relacionado; lo que nos permite funcionar como una máquina super avanzada; que sé yo, el páncreas, el hígado, el estómago, los intestinos, los riñones, las amígdalas o la tiroides que aunque pequeña, ojalá no te falle porque regula muchas funciones del cuerpo.

También no podría ser omiso en hablar del corazón, que en conjunto con las miles de venas y arterias y sus infinitos conductos nos hacen ponernos azules de frío, rojos de pena o candentes de pasión pura.

Y qué hay del software y de la super computadora que tenemos instalada dentro del cráneo con sus billones y billones de neuronas que a través de miles de kilómetros de red o network, que es el término que mejor la define, comandan cada una de nuestras acciones y órdenes que la totalidad del cuerpo obedece, y no se diga que esa super compu nos permite tener pensamientos y sueños hermosos o ideas malignas, macabras que nos asombramos que residan o se gesten en algún disco duro escondido dentro del cráneo; además de que guardan miles de millones de archivos que en su conjunto hacen los recuerdos y las vivencias.

Y como yo no soy un médico general ni un especialista neurocirujano, pues hasta ahí llegan mis conocimientos básicos del cuerpo. Pocos pero suficientes para entender que en realidad el cuerpo es este conjunto perfecto que nos hace parecer bonitos y hermosos, greñudos chinitos o calvos, chaparritas, chaparritos y gorditos sabrosos, o flacos espigados de pelo rubio, castaño y hasta naranja; pero que no funciona si no está conectado a la electricidad, a la chispa que lo comanda.

Bueno, el cuerpo es un concepto que todos entendemos y por eso es fácil explicarlo... Pero entonces, ¿Qué es el alma y dónde queda el espíritu. Donde se alojan, dónde comienzan o dónde terminan? ¿Y el Ser? ¿ Qué es el Ser, dónde queda?

Se bajó de pronto de la banca. Tomó su sombrero fedora de donde lo había dejado antes de iniciar la plática, y dándoles la espalda, se lo acomodó de lado tomando una capa que tenía doblada sobre el respaldo de la banca, a la que nadie le había puesto atención.

Al voltearse inició diciendo con una marcado acento inglés antiguo:

 

—To be, or not to be, that is the question:

Whether 'tis nobler in the mind to suffer

The slings and arrows of outrageous fortune,

Or to take arms against a sea of troubles

And by opposing end them.

To die—to sleep, No more;

 

Se volvió a voltear quitándose su sombrero fedora y aventando sobre la banca la capa, diciendo mientras regresaba a verlos.

—Y para quien no haya captado Indeed, my British accent, de aquellos tiempos de Sir William Shakespeare. Va la misma parte un poco más larga en un lenguaje más digerible y coloquial.

 

Ser, o no ser, ésa es la cuestión.

¿Cuál es la más digna acción del alma,

sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta,

u oponer los brazos a este torrente de calamidades,

y darles fin con atrevida resistencia?

Morir, dormir. No más.

Y por un sueño, diremos, se acabaron las aflicciones

y los dolores sin número, herencia de

nuestra débil naturaleza...

Este es un término que deberíamos solicitar con ansia.

Morir, dormir.

 

Continuó entonces diciendo con marcado énfasis.

—¡Y no es pues ése el dilema de nuestra existencia: Ser o No Ser!

Esa es la coyuntura que atienden precisamente el alma y el espíritu, y por esa misma razón a veces sufrimos nuestro corto pasaje por la vida, todo porque hasta ahora la mayoría de nosotros no hemos encontrado una definición personal de esos dos términos que nos satisfaga, la que respetemos para vivir en paz con nosotros mismos, con quienes nos rodean y con el universo.

¿Y no fue Balzac el que dijo fuerte y claro en su Comedia Humana, algo más o menos como esto?:

 

C’est né pas vrai que la société ne fait-elle pas de l'homme, autant d'hommes différents qu'il y a de variétés en zoologie?

Parce que les différences entre un soldat, un ouvrier, un avocat, un oisif, un savant, un homme d'état, un commerçant, un marin, un poète, un pauvre, un prêtre, sont aussi considérables que celles qui distinguent le loup, le lion, l'âne, le corbeau, le requin, la brebis.

 

¡Voilà! ¡Voilà! Y para quien no haya captado mi delicado acento parisino, va la traducción de ese dicho de Honoré de Balzac.

 

¿Acaso la sociedad no hace del hombre, tantos hombres diferentes, como variedades existen en la zoología?

Las diferencias entre un soldado, un obrero, un abogado, un ocioso, un sabio, un hombre de estado, un comerciante, un marino, un poeta, un pobre, un sacerdote; son tan considerables, como las que distinguen al lobo, al león, al asno, al cuervo, al tiburón y a la oveja.

 

¿Y cuál es la clave de tamañas diferencias? –Les preguntó a todos.

Constantinos se apresuró a contestar, parándose rápidamente de su silla.

—Carlos, como ya lo dijiste, las causantes de que seamos tan diferentes, como diferentes animales hay en el mundo, son otra vez el alma y el espíritu. ¿Y qué no es verdad que en el zoológico humano nos tropezamos con verdaderos borricos –sin agraviar a los cuadrúpedos–, y con quienes se arrastran para obtener favores? Y todo por las abismales diferencias que existen entre las gamas y matices que tienen esas dos palabras.

—Efectivamente mi querido Constantinos. Lo que dijo Balzac es totalmente cierto, y es resultado de la impresionante capacidad de razonar de los seres humanos.

Así nos hemos hecho de decenas o de cientos de idiomas, de creencias, de costumbres y de millones y millones de herramientas y de programas de software, lo que hoy le llaman aplicaciones; y si miran a su alrededor notarán que mucho de lo que existe, rascacielos, Freeways, aviones, helicópteros, puentes, autos, semáforos, bicicletas, celulares, espectaculares, ropas, zapatos, etcétera, etcétera, etcétera, lo ha creado el hombre; lo que a la vez ha hecho que existan grandes diferencias entre todos nosotros, ya que el medio ambiente y la particular orografía y clima donde uno nace, crece y se desarrolla causa que así como un león, un águila y una foca, son totalmente diferentes, los seres humanos también lo seamos, a pesar de que hayamos sido creados de la misma forma. La diferencia estriba en la forma en que con el tiempo se fue desarrollando nuestra alma y nuestro espíritu.

Y si bien yo no tengo una definición precisa de lo que son esos dos términos, por más que he buscado en libros de teología, de filosofía y de lo que es la mente humana, no he encontrado una sola definición que me satisfaga. Pero va, lo que yo opino sobre el alma.

Se volvió a sentar sobre el descansabrazos de la banca, dejando antes su sombrero y su improvisada capa colgadas de una parte del respaldo.

Ya más tranquilo, comenzó diciendo:

—Para mí, el alma es ese motorcito que se va formando desde la gestación, que hace sentir al cuerpo y que poco a poco va educando a la mente, le va dando elementos para que se desarrolle. Es lo que nos permite tener sentimientos, sensaciones y emociones, es lo que nos hace planear, pensar y recordar. Es el alma la que de infantes se manifiesta y somos juquetones o chillones, después de adolescentes, estudiosos, serios o relajientos; y más tarde, caballeros o majaderos, optimistas o pesimistas, agrios y amargados, o voluntariosos y decididos. El alma es ese orden que necesita el cuerpo y la mente para no ser flojos, flemáticos, acelerados o inconscientes. Es el alma la que nos anima o la que nos deprime, la que nos hace ponernos las pilas y echarle ganas a la vida, o la que nos tumba y nos hace que tiremos la toalla.

Chandra levantó la mano cuando Carlos estaba mirando hacia el otro lado, en cuanto volteó y lo vio, inclinó levemente su cabeza dándole tiempo a que Chandra se levantara y comenzara a decir a todos.

—Hace poco estaba leyendo un libro muy interesante: El Escritor y sus Fantasmas, de Ernesto Sábato, un novelista, un científico, pero más bien un filósofo filoso y agudo, o un “Savant” como decía Balzac. Sábato, en ese libro hacía referencia a Vicent Van Gogh, que creo yo, fue un artista muy poco conocido, o más bien, al que se le conoce muy superficialmente, y que la mayoría de la gente lo confunde con un loco, con un esquizofrénico, con un inadaptado; cuando en realidad fue un genio especial y profundo.

Pues Sábato decía, palabras más, palabras menos:

Si uno dice silla, ventana, vela, o suecos, con la idea de transmitir algo misterioso e indefinible, algo así como una clave, un mensaje nacido de lo más profundo de nuestro ser. Ese par de suecos, y esa vela, no quieren decir suecos, ni vela titilante, ni simple silla de paja; sino yo, yo Vincent Van Gogh. Ellas representan mi ansiedad, mi soledad y angustia; son más bien mi autorretrato, la descripción de mis ansiedades más dolorosas y más profundas.

Y en realidad, con esos objetos, creados por ese ser solitario y desesperado, hace lo mismo que el alma hace al cuerpo: lo impregna con sus anhelos y sentimientos, manifestándose a través de las arrugas, del brillo de los ojos, de las risas y sus tristezas.

Bueno, seguro el texto no decía eso exactamente, pero esa era la idea que quería expresar Sábato.

Así pues, es el alma la que nos transforma desde el mero instante en que nacemos. Y yo me atrevería a decir que desde mucho antes, seguramente desde la gestación, y por eso mismo es el alma la que debemos atender en un nuevo ser que viene a nuestra familia, porque es la que moldea nuestro cuerpo, en lo externo y en lo interno; y por ella transmitimos luz y paz, y por ella nos deprimimos y caemos en un pozo, también por ella nos recuperamos de hierros y errores.

Y ahora Carlos, si me das chance de explicar, cuál es para mí la diferencia entre el alma y el espíritu, creo que podría hacerlo.

—Por favor, Chandra –le respondió Carlos–, por fa, dinos cuál es esa diferencia, porque hasta ahora nos ha quedado claro qué es el alma y qué es el cuerpo, pero el espíritu, dónde queda.

Chandra, fue al lugar donde estaba Carlos que ya se había sentado sobre la banca para escucharlo.

—Pues si el alma se impregna al cuerpo en el mismo momento de la gestación, el espíritu no, yo así lo creo. Para mí, el espíritu se va formando con la conciencia de dónde estamos, de quienes somos, de cómo transcendemos, y que importancia tenemos con respecto al curso de la vida, a nuestra posición en este espacio que ocupamos hoy, en este tiempo, dentro de este minúsculo planeta, dentro de este infinito universo. El espíritu está ligado a nuestra inteligencia y a nuestra conciencia. El espíritu es meditativo, toma todo lo que ha experimentado y aprendido el cuerpo y el alma, formula preguntas y busca respuestas.

El espíritu es eso más íntimo, más profundo que reside dentro de nuestro cuerpo y que acompaña al alma. El alma nos hace buenos, pero es el espíritu el que nos hace santos, el que nos da esa aurea de tranquilidad, de fuerza, de calma que en mayor grado tienen los iluminados, y en otros grados, tenemos todos; porque todos poseemos un espíritu. Sí, ahí está, y cada día se manifiesta. Pero no se ocupa de las ordenes banales y sencillas que se le dan al cuerpo, de los pensamientos superfluos; se ocupa de los momentos de reflexión, de las meditaciones de quienes somos como individuos, como padres, como pareja, como miembros de una sociedad, de un entorno.

Por el alma es que se estima y que se quiere a alguien; pero es por el espíritu la razón por la que se le ama. No decimos pues, que nos duele el alma, y que queremos con el alma, como lo dicen infinidad de canciones. Porque es el alma la que atiende lo inmediato y lo urgente; pero es el espíritu el que se ocupa de lo transcendental.

Es por el alma que uno se siente a gusto, pero es por el espíritu por el que se abraza a un hijo, a un amigo, a ese más “significant other”; el que puede ser tu pareja de toda la vida, el árbol que esta fuera de tu casa, el que plantaste siendo una semilla, el perro que paseas en este parque. El espíritu es esa ancla que nos mantiene sin hundirnos en medio de las tempestades más violentas e inesperadas, pero es también el que nos da la calma al irnos a dormir en la cama.

Pero el espíritu no va solo, se hace acompañar del alma, juntos atienden los problemas más graves que nos atormentan y juntos también nos dan la calma cuando caminamos satisfechos hacia la muerte.

Espíritu, alma y cuerpo. He ahí una trilogía inseparable. Si los tres están bien, está bien todo. Si uno flaquea y falla, todo se desbalancea. El alma y el espíritu cuidan al cuerpo, y si el cuerpo se descuida se afecta a las otras dos.

Aquí también encontramos respuesta a lo que preguntaste antes. Esa trilogía es precisamente el Ser. Y la respuesta a Shakespeare es un afirmativo To Be, porque todos queremos ser. Y en esa trilogía residen las razones para ser desdichado o para ser feliz.

Con esa última frase, Chandra se quedó callado. Todos habían entendido cual era esa sutil, pero importante diferencia que existe entre alma, cuerpo y espíritu. Los que vinieron en pareja se tomaron de la mano y se miraron a los ojos; los que llegaron solos se quedaron pensativos por un momento, y el homeless que estaba apartado del grupo cerca del olmo se arregló su ropa, se pasó su mano por su barba y abrazó al árbol.

Carlos aplaudió y gritó con toda la fuerza que le daban sus trabajados pulmones.

—¡Bravo! ¡Ole! Nos has dejado sin palabras Chandra. Ya me lo habías explicado con peras y manzanas estos días, pero hoy estuviste excelso.

A mí me quedó claro que lo humano no es solamente el cuerpo, sino que éste se hace acompañar del alma, ahí está lo que duele y lo angustia, lo que entristece y alegra, lo que atormenta y produce escalofríos y placeres indescriptibles; y juntos se integran al espíritu, al espíritu profundo y puro, para dejar de ser simplemente: Carlos, Lori, Chandra, Pedro, James, Bob o Marilyn, sino volverse dioses, arañar lo divino.

Después, cortando de tajo el ambiente de la conversación de esa tarde noche, dirigiéndose al grupo, dijo.

—Que les parece si después de limpiar el lugar nos vamos de inmediato al Boston Symphony Hall, pues a las ocho treinta empieza un concierto de Debussy a cargo de la orquesta filarmónica local, incluyendo los Nocturnes y la famosísima Clair de Lune como colofón; y saben, el costo de la entrada es bastante económico. Y aunque el Symphony Hall está muy cerca de aquí, conviene tomar la Línea Verde en Government Center y bajarnos en la estación Symphony para llegar a tiempo.

¡Ah! Pero déjenme decirles lo mejor de todo –Lo hizo levantando los brazos para que todos lo escucharan–. Me les adelanté e hice acopio de algunos pequeños ahorros y compré durante la semana boletos para todos. Aclaro que apliqué el descuentos para Seniors, como ya somos algunos de nosotros, así que tengan su ID a la mano por lo que se ofrezca.

Sí, sí, ya sé que Lori y Ying se van a ir con sus amigos a bailar Salsa y Bachata a uno de esos antros latinos que hay por aquí cerca, porque me invitaron el martes, pero yo desgraciadamente tengo dos pies izquierdos; pero lo bueno es que Estela, Martín y Pedro sí van a poder acompañarnos, pues el día de hoy cierra su restaurante por un evento especial, y ya dieron instrucciones para dejar en su lugar a sus suplentes.

Vayamos pues a que el cuerpo y el alma se deleite, que el espíritu se cuida solo.

Y en grupos de tres y cuatro, después de limpiar sus lugares de envolturas de tamal, de vasos desechables y de recoger la poca basura que había en esos alrededores, se fueron todos caminando a la estación de Government Center, acompañados de esos fantasmas, que eran el alma y el espíritu de cada uno, que los habían cuidado desde que eran pequeños en remotos lugares del mundo donde habían nacido y crecido y que ahora eran sus ángeles guardianes en esa ciudad cosmopolita. 


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