2163. Coronavirus Variante N+1
¿Sabías que el mundo no es real? No. Nada existe, nada es. Ni tú estás aquí, ni yo tampoco. Así que, de nada sirve que digas que me amas, y de nada sirve decirte lo mismo; porque yo estoy hecho de humo, de humo electrónico y de moléculas obtenidas In vitro, y tú fuiste creada como una programación de micro nano elementos en fase Beta para probar que era posible crear vida, entes con movilidad, con latidos, pero sin alma.
Pero eso no importa,
porque no estamos en el año de entonces, cuando existían los humanos reales,
los que creaban seres nacidos de la confluencia y la interjección de un hombre
y una mujer, porque se amaban o porque sentían gusto, cariño y placer al
hacerlo.
Ahora el mundo ha
cambiado y sólo han pasado cuarenta y un años desde que todo inició con un
inocente virus que agarró a la humanidad desprevenida, a gobiernos, a países, a
la sociedad, y sobre todo a los necios e ignorantes.
Primero creyeron que con
vacunas formuladas a las prisas lo tendrían dominado en pleno pico de una
segunda ola, pero después les llegó una tercera y la cuarta causó verdaderos
estragos. A ese virus le siguieron otras calamidades, siempre la siguiente peor
que la anterior, pero todas mortales; y sus estragos no los hicieron mejores,
simplemente, diferentes; y quedó demostrado cuán débiles eran.
Desde entonces todo
cambió. Los conceptos de alma, de bondad, de religión, de miedo, de aislamiento;
hasta el concepto de Dios fue radicalmente modificado, y todas las razas en sus
religiones se dieron cuenta de que era el mismo, y de que era necesario, porque
no había bastión ni ancla de donde asirse.
A pesar de esos
embates de un caprichoso destino, la humanidad no se detuvo en querer descubrir
otros mundos, en ir a explorar otros planetas, en proponerse llegar a meteoros
y de traer sus polvos. Y lo hicieron con éxito, y con ellos llegaron nuevos
males para los que no se tenía cura ni visos de que se desarrollara un
antídoto, porque mutaban mil veces en un día, desafiando a la ciencia más
avanzada. Fue una triste lección de lo que conlleva querer tocar el infinito.
Ahora, los que
sobrevivimos, tendremos que reescribirnos; tendremos que inventarnos una bondad
nueva y reinventar los mares y los desiertos, limpiar los cielos, vaciar las
cloacas y escribir una nueva moral, una nueva ética, porque la memoria ya no
nos pertenece, quedó en el pasado, en el pasado en que todo lo perdimos.
Por fortuna nuestra
ciencia ha venido en nuestra ayuda y en años recientes hemos creado humanos
inmunes a cualquier bacteria y a cualquier virus, aunque sin sentimientos y sin
alma.
Así que... Tú y yo,
sólo somos dos desconocidos que recorremos el mismo camino. No porque queremos
acompañarnos, sino porque para ti y para mí... No existe otro destino.
Comentarios
Publicar un comentario