Mujeriego
Ahora que se ha puesto
tan de moda el término “Maestra”, “Maestro”, declaro que yo no quiero ser
maestro de nadie, sino de mi misma persona. Quiero enseñarme todavía a leer en
voz alta, luego a leer en silencio moviendo suavecito los ojos de una línea a
otra; para entonces escuchar, como si yo fuera su amigo, lo que dicen las
vocales en voz baja, para verlas con las consonantes, enredadas, en abrazos para
crear interjecciones, silabas, palabras y sentencias –esas que antes se
llamaban oraciones–. También quiero enseñarme un nuevo idioma, sin tutor, sin
maestro. Uno diferente, de esos que se escriben como si uno estuviera haciendo con
el lápiz rueditas o ganchitos, uno de esos que para hablarlos bien hay que usar
turbante y una túnica blanca; aprenderlo, aunque a mí me falte la barba.
También quiero ser mi propio aprendiz y enseñante para adivinar todas las
formas que existen de cómo amarrarme las agujetas de los zapatos tenis. Sí,
también quiero enseñarme a saber escuchar una buena música, porque a esta edad no
distingo a Bach de Brahms, o a Tchaikovski de Rachmaninoff. ¡Qué pena! Eso sí,
he presumido, como muchos, con la Quinta y la Sexta de Beethoven y con las
Cuatro Estaciones. Es más, siempre que escucho violines grito “Vivaldi”
con un aire de sapiencia que convence a los que me rodean. Por fortuna han
resultado más ignorantes que su segura servilleta.
También, en plan
autodidacta tomaré un curso para volverme mujeriego, pero mujeriego fino,
elegante y ordenado. Uno que declare su amor con ramitos de flores y con poemas
cortitos que empalaguen. Uno que abra puertas y despegue sillas de las mesas, que
abra portezuelas sin azotarlas y que extienda paraguas y parasoles oportunos y
discretos que aparezcan como sacados de la manga; eso sí, sin hacer alarde excesivo
de galantería o de “Quiero contigo”. Y si en ese curso también aprendo cómo
poner una mesa para dos con velas rojas y con botella de Champagne hundida en
cubetita con hielos; y a bailar con un abrazo a la cintura media que ni se
sienta, pero que sepa llevar, con pies ligeritos como el viento para que ella y
yo flotemos en la pista como Ginger Rogers and Fred Astaire, habré avanzado. ¡Ah!
Y si el curso comprende cómo retirar prendas como mago, con dedos que no estén
fríos ni que raspen, ya llevaré el ochenta por ciento de los créditos y sólo
restará saber cómo ser todo un caballero sin memoria y sin malas formas. Sí, me
daré un curso de esos que no existen en la Internet, porque ahora con los años
me he dado cuenta que la gloria no está en el cielo o en una segunda vida, sino
en la mera compañía de las damas, y que sin ellas se vive en un pequeño
infierno, frío y desolado; porque todas ellas son bellas: las flaquitas, las
llenitas, las de altura, las chaparritas, las jovencitas y las que tienen más
años, las que ríen a carcajada abierta, las recatadas, las peladas, las que
lloran suavecito, las que gritan, las que pegan, las que extrañan, las
tranquilas como el lago de mi pueblo, las intelectuales, las que saben
demasiado y las que presumen de nada, las guerrilleras, las guerreras y las
guerrosas, las que abrazan calientito, las besuconas, las que besan bien bonito
y las que no saben besar.
Ya que termine mi
curso y que pase por un buen periodo de prácticas intensas, sin que nadie se
entere y sin que vaya a presumirlo a los cuatro vientos, me daré un diploma con
marco de oro que colgaré en la memoria que no tengo, la que he empezado a
borrar.
ɷɷɷɷ
…. ϰϰϰϰ …. ɷɷɷɷ
ɷɷɷɷ
…. ϰϰϰϰ …. ɷɷɷɷ
Cuando
Te Quedes Sola
Porque te amé
hasta el cansancio,
y hasta el hartazgo.
Con tu venia.
Más allá de que dijiste:
No.
Y de que añadiste:
Basta.
Fui perro, fui gato
Y la almohada que
botas.
Fui sombra de luna,
luz,
Compañía; aunque fuera
a la distancia.
Fui cuidador,
enfermero y loco.
Necio, aferrado, fui.
Masoquista, adorador y
tonto.
Pero llegará el día
cuando te quedes sola,
cuando ya no tengas
fuerza
de aventarme por un
lado.
Cuando al recordar,
valores mi
persistencia,
mi estupidez, o mi
osadía.
Ese día en que creas
que ya nadie te
quiere,
que ya a nadie le
importas.
Algo dentro de ti
te estará diciendo.
Que yo te hago...
Falta
Quiero
Provocar relámpagos
en tu cuerpo y
escalofríos
entre gemidos y Nos y
Sís
alternados
Pero no esperes que
sea
“Wonderful”,
MA-RA-VI-LLO-SO
Porque mis años mozos
Ya han quedado
En el pasado
Muy Lejos
Llegar lejos.
Un poco más allá
de donde termina el
horizonte.
Llegar y no voltear.
Porque cualquier
descuido
te avienta un paso
atrás
y desbarata tus
sueños.
Izar velas y levantar
anclas
No rápido, no ahora.
Pero sí pronto.
Cuando la ruta esté
trazada,
las provisiones
arriba,
y la Mar en calma.
Llegar lejos
y no regresar.
Para que nadie te
toque...
Para que nadie te joda
Para que nadie te alcance.
Imagina
Imagina que ya me morí
Que para ti no existo
Imagina luego
Que mis cenizas fueron
aventadas al Mar
Y que no hay lugar
al que tengas que
ir...
Para llorar
Imagina entonces
Que ese que ves pasar
por el tramo común
de tu labor a casa
es un desconocido
que suele vestirse
de traje o jeans
como lo hacía yo
Imagina que los
muertos
no llaman por teléfono
ni mandan mensajes al
cel
preguntando ¿Cómo
estás?
¿Qué vas a hacer hoy?
Pues tú así lo
pediste.
Sólo dijiste “Muérete”
Y ese deseo
finalmente…
Se te concedió
Educación Mínima
He educado con
paciencia
las reacciones de tu
cuerpo.
Les he enseñado a
buscar
el calor de mi cuerpo
cuando te encuentras
dormida.
A pronunciar mí nombre
cuando el deseo te
ciega.
Les he enseñado a
sentir mi ausencia
después de unos días.
Te he hecho a mi modo.
A mi modo te he hecho.
Te he enseñado a
entrecruzar,
con las mías, tus
piernas,
cuando te
encuentras...
Dormida.
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