¿Si te borro este fin de año???
Ahora que se vino el fin de año
con su renovación en la cuenta de los días, en que yo me quedé en casa a
limpiar el clóset de objetos nunca usados, la bodega de almacenamiento de chácharas
de años, mi cajonera de ropas pasadas de moda, mi revistero de magazines ya
leídas, mi librero, atestado de libros a los que les di una segunda esperanza...
Y al final, ya en las horas de ocio, cuando me puse a revisar el directorio de
la compu para eliminar datos de empresas que desaparecieron, de amigos que
cambiaron de trabajo, otros que ya se fueron, fue que me encontré —como si de verdad no los hubiera olvidado del todo— tus datos
personales.
Recordé
las muchas veces en que te llamé y las pocas en las que tú lo hiciste. Fue
entonces que hice un balance de las tantas que marqué con desesperación tu
número, de las que me quedé esperando una llamada, de los e-mails enviados y
perdidos en la maraña de la red.
Entonces
se me vinieron a la mente todas las citas canceladas, las horas que esperé en
vano que llegaras.
Sí. Lo
pensé un instante, y lo volví a pensar con detenimiento; y en un arranque de
valentía, de ira, de estupidez o de coraje, decidí borrarte y eliminar todo
rastro de ti.
Primero
fui al archivo de mis imágenes y eliminé todas en las que tú aparecías —Confieso
que repasé algunas para volverte a ver: junto a mí en el parque, en la salida
del cine, en antros con los cuates, y, aquella apenas cubierta con una sábana, acostada
conmigo en mi cama—, luego fui al directorio del Gmail, después al personal, me
seguí con la memoria del celular y por último la agenda de papel. Y me prometí,
me hice jurar no volver a llamarte al cel, ni mandarte un «Hola cómo estás» a
tu correo de chat —que de por sí, raramente contestabas—. Y todo porque el año que viene quiero que de verdad sea nuevo. Que no me
encuentre en las mismas angustias cerca del teléfono o frente a mi teclado
hurgando afanosamente en la bandeja de entrada.
Entonces
fue que llegó tu correo. Sólo lo miré de reojo, y en un acopio de indiferencia,
de indolencia fingida, de “No vi nada”, de insensibilidad que sí dolía; decidí
enviarlo sin abrir al bote de basura, para luego vaciar la cesta de desechados
y ponerme a silbar como si no hubiera pasado nada.
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Destruyamos
el pasado. Olvidémoslo. Porque esta semana es año nuevo y lo bueno es que es
para todos. Que lo poco que resta y lo mucho del y de los que vienen sea para
bien. Este año próximo construyamos felicidad y trabajo para ganarnos descansos
y recompensas.
Por favor
que haya cansancios extremos —siempre que estén más que
justificados—, y que haya debates que desgasten en exceso, que las sensibilidades
afloren; y que brille el Sol, aunque sea de noche.
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