Una tarea titánica

Estimado Amigo, hoy te agradezco que hemos terminado esta gran encomienda, porque fuimos por aquí y por allá consiguiendo partes, refacciones, tornillos, charolas y cables para armar una red que cubriera un país enorme; y al darnos cuenta que no podríamos solos fuimos por refuerzos y se nos unió Ligia y Pedro y Alberto y Gaspar; y así integramos lo que aquí se le llama un Jaguar Team. ¡Ah! También llegó Orlando y comenzó a enseñarnos el a be ce; y en el camino nos encontramos a Samuel y a Mauricio y les platicamos que había que instalar ochocientos ochenta pueblos y luego otras quinientos setenta comunidades y rancherías, y quizás un poco más; e igual Sam se entusiasmó y se puso a elaborar programas, porque él dijo que el software era esencial y Mauricio se dijo, ¿Cómo le vamos a hacer? Y comenzó a hacer unas notas en su cuaderno para que todo saliera bien; y todos junto con Julio nos pusimos de acuerdo para  que en el teléfono o en la Pece o en la lap top nos oyéramos cada mañana en punto de las ocho justo al comenzar el día, un día tras otro, sin falta, y de la semana sólo nos brincamos el domingo, para sentar cabeza y para revisar lo que había que mejorar.

Así comenzamos a armar nuestros equipos y luego que estuvieron listos vino Pedro y Cesar y muchos más y los mandamos a mil lugares por barco por camión por avión para que la otra parte del equipo los tomara y con ayuda de desvencijados autos, camionetas maltrechas, barcas endebles o a lomo de asno se subieran a los cerros a las montañas, se adentraran en los desiertos y en las selvas o fueran a las riberas de ríos o a la mera orilla del mar; y desafiando lluvias, lodazales, deslaves, peligros y amenazas, las instalaran y que con ellos hiciéramos caras felices en pueblitos y ranchos donde nunca habían visto una tecnología igual, porque con unos teléfonos viejitos que sacaron de quién sabe dónde y unos super modernos que les dijimos que se llamaban esmart-fon, sus amigos sus hermanos sus tíos y sus mamás les quedaran más cerquita, a unos  pocos clicks; y los vimos sonreír y carcajearse y luego llorar y entristecerse, recuperarse con unas chelas y tequilas y aguardientes y compartir sus cazuelas de mole, de arroz, sus carnes asadas, su taco con sal; luego comentar de sus cumpleaños sus bodas sus bautizos y sus noticias simples que para ellos eran super importantes con aquellos que estaban lejanos, muy lejanos, y que ahora con esos esmart-fon los podían ver y saludar.

Y no paramos ni de madrugada ni aún entrada la oscuridad y nos cansamos y nos desvelamos y nos dimos ánimos cuando las cosas no marcharon bien, pero no nos desesperamos y persistimos hasta que el último sitio se instaló. Era mínimo, sólo eran tres casas una por aquí y otra por allá, perdido en el desierto de Baja. Y al terminar brindamos con champagne virtual por instalar eso que a las gentes de los pueblos les dijimos que se llamaba Visat y luego les dijimos que era una antena estar link y que el robotito armado tenía un A-pe que era como un guai fai; y a ellos no les importó saber cómo se llamaban y mucho menos si eran en idioma inglés; tampoco si recibían o enviaban la señal al cielo, sólo les importaba que con ellos podían saber qué hacían sus amigos y parientes que estaban del otro lado, saber qué comieron el día de hoy y qué hicieron ayer.

Así que hoy celebramos con gusto que hemos terminado esta titánica tarea, pero como mi memoria es estrecha ya no recuerdo bien los nombres de todos los que ayudaron porque fueron, si no muchos, sí decididos. Estaba también Mario, Wen, Norma y Kenia, incluso alguien que se apellidaba Venado, y otros con apellidos raros o extranjeros, uno era Fiuza, otro Uc, otro Dzab o Tzab, otro Plinio, Canul y Canché, y así, así.

Yo me pongo a reflexionar, no en qué hicieron quienes recibieron esos equipos y en sus caras de asombro, tristes o felices; sino en lo que hicimos nosotros, cada uno, para hacer realidad eso que algunos le llaman comunicación satelital.

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