Carta a Karla
Adorable Karla
Ahora que me has dicho que de este día en adelante, tú y yo no seremos más que amigos… Me pongo a recordar los incontables días en que fuimos mucho más que simplemente amigos.
Novios sería una palabra que se queda corta, amantes sería una palabra que no significa precisamente lo que fuimos; y amigos con derechos, tampoco describe lo que tú y yo fuimos; porque yo te quise siempre y a veces tú también me querías, y cada semana había algo nuevo que decirnos, y tu llegada traía paz y luz a mi vida; y yo encendía una llama, una esperanza en tus ojos.
Al estar juntos las palabras fluían fáciles y las sonrisas se escapaban sin permiso de
nuestros labios; y la intimidad era una intimidad que se daba desde el momento
en que tú aparecías; y lo demás, el roce de nuestros cuerpos, era algo más que
intimidad, era una forma exquisita de expresar nuestros sentimientos.
Si pudiera sintetizar en una palabra la relación que tuvimos, simplemente diría: Calidez. Calidez al acercarte, calidez al abrazarme, al ofrecerte yo, una taza de café. Una calidez que se sentía debajo de la regadera al compartir a destiempos un espacio reducido, al enjabonar tus piernas, tus senos y tu espalda, al secarte con la toalla. Calidez al oírte reír o cantar una rola del Spotify, calidez al llegar y al despedirte, al escuchar lo que me contabas, como si dieras por seguro que me importabas.
Así que hoy que dices que de ahora en adelante no seremos más
que amigos, sé que algo, tú y yo, hemos perdido. No lo sé. Una confianza, un
futuro, una esperanza, un anhelo. Algo se perdió, aunque realmente se perdió
todo. Porque ser amigos después de haber sido todo, es casi igual a no ser nada.
De modo que tú te irás por tu lado y yo seguiré andando como siempre el mismo
camino. Tú estarás sin mí, y yo estaré sin ti. Y sé que pronto me olvidarás, y
sé que yo no te olvidaré nunca. Nunca olvidaré tu risa, ni tu cuerpo, ni la
forma en que me mirabas; tampoco olvidaré tus besos, ni la pasión que expresaban
tus brazos, tus labios y tu sexo. Y tú, aunque te vayas, te quedarás en mí, porque mi
alma es terca y mi cuerpo es necio.
¿Qué si encontraré a otra? Podría decir que sí; pero esa otra no
serás tú, ni se parecerá a ti, porque yo me acostumbré a ti; y a éste que yo
soy y a éste que yo fui le hará falta la Karla que tú fuiste, la que pensé que me amaba; porque la Karla
que hoy me ha dicho que de ahora en adelante seamos simplemente amigos, es otra que yo no necesito; porque yo no la conozco, ni la amo, como amé a aquella Karla, en
que ella y yo no fuimos simplemente amigos, porque fuimos todo.
Y aunque el tiempo pase y aunque tú cambies y yo también... Siempre te amaré. Siempre, siempre.
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