Carta a Karla II

Amada Karla

Dicen que el tiempo sana todos los males. No lo sé. Los míos al parecer los ha acentuado, pero a la vez, me ha dado la oportunidad de madurar y de darme cuenta que el amor aprieta, asfixia, pero no estrangula.

De modo que ahora te amo más; pero con un amor más suave, con una nostalgia de varias primaveras y veranos; porque aunque ya no formas parte de mi vida, todavía te sigo amando.

Te amo a la distancia de los kilómetros y los días, con palabras que no hacen ningún ruido, porque se quedan en mis pensamientos y aunque llegan hasta mis labios, no se atreven; a lo más, vienen a estas hojas y las marcan con tinta sepia.

¿Te ha contado algún familiar, algún amigo, que me he vuelto un solitario?

Sí, me he vuelto un solitario que evita hablar con otros, con otras, que los esquiva, porque no tienen tu voz, tu timbre ni tus formas. Y aunque en ocasiones soy un ermitaño y un gruñón, déjame decirte que estos días, mi único entretenimiento ha sido el baile. En él camufleo mi tristeza y mi nostalgia. Y mira que hasta parezco feliz; con todos converso y me carcajeo, los hago reír o sonreír y yo también río. Así los engaño y me engaño, y ese amor que por ti siento, en esa tarde y esa noche, se va diluyendo gradualmente; porque en cada una de las chicas con quienes bailo, dejo un poco de felicidad, en un abrazo, en un giro.

Sólo cuando regreso a casa, otra vez, de ti me acuerdo; y me da una melancolía apacible, como si fuera ayer cuando todavía estabas conmigo.

Sé que el tiempo no curará todos mis males, pero al menos los hará tolerables; y tú, con los años, te convertirás en un recuerdo. En un recuerdo bonito de lo que fuiste y de lo que, tú y yo, fuimos.

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