Carta a Karla III
Mira Karla, yo ya no
tengo nada que decirte; porque ya te lo he dicho todo, o casi todo. No sé si me
guardé una o dos verdades; pero si no las dije, era porque no eran relevantes.
De todo lo otro, tú ya me conoces. No he escondido nada de mi personalidad, de
mis hábitos, manías o defectos que tú con los años no hayas detectado.
No cambiaré, porque
los humanos no cambiamos; lo digo en esencia, porque por afuera sí que quedamos
irreconocibles con los años.
Así que es tu
decisión si te vas o si decides quedarte; porque yo no voy a abrir la puerta de
par en par, ni tampoco voy a atrancarla con justificaciones y pretextos.
Rogarte no tendría caso, porque no quiero que te quedes por conmiseración o lastima.
Tampoco puedo
prometerte que si te quedas me convertiré en todo un caballero; porque todavía
no hay una definición para esa palabra, y cada quien la entiende a su manera.
Y además… ¿Qué es un
caballero? ¿Un tipo de buenos modales y escasa memoria? ¿O un cuate atento y un
tanto zalamero que hasta cansa?
Entonces, no lo soy
ni lo seré.
Yo sólo te digo que
es genuino el amor que por ti siento. Si no lo fuera ya hace tiempo que se
hubiera extinguido.
Por eso te pido que
por favor te quedes. Quédate porque me haces falta, quizás menos de lo que yo
te hago falta, con la promesa de que me esforzaré por estar contigo siempre que
me necesites; y cuando no, también estaré; dejándote ser, sin estorbarte.
Comentarios
Publicar un comentario