Hoy escribo para ti

Para ti que me lees allende los confines del mundo, justo dándole la vuelta al océano más lejano de donde está mi casa, o cerca de la cima de una montaña de los Alpes, de los Andes o de una cordillera de esas muchas que hay en el planeta. También lo hago para ti que vives en una isla casi desierta o en un rascacielos que no rasca nada de una urbe aglomerada, pero que ahí estás frente a tu ordenador como dicen los españoles o a una compu como decimos los demás que hablamos ese mismo idioma.

Escribo para ti que estás sumido en la depre y en la tristeza sin que sepas por qué te dio, quién te la pegó, o cómo fue que contrajiste esos terribles males. Te escribo porque yo también los padecí y salí de ellos raspado y flaco, pero salí; tanto que ahora casi no los recuerdo, y cuando los recuerdo siento que fue algo vago, lejano.

Pero no te dejaré ahí a que los sufras como lo hice yo, por lo que te diré cuál fue mi cura. Es algo fácil y sencillo y de cierta manera fácil.

Salte a caminar por las mañanas, y si no es a las cinco de la mañana, a las diez es buena hora, y si no a las doce o a las tres, o ya de plano a las diez de la noche, pero no lo dejes de hacer todos los días. Luego... Cuando camines fíjate en las hojas de los árboles, en la línea de hormigas, en el perrito que sacan a pasear, en las piedras que encuentres en el camino, en la luna, en las estrellas, o en las figuras que forman las nubes... Luego, mira a las personas, casi todas son buenas. Obsérvalas de lejos, no las toques porque no es posible, a menos de que sean tus parientes o tus amigos... Ya que has caminado cinco, veinte o treinta días invita a alguien y da con él, con ella, con ellos, una vuelta por el parque, organiza un hikking, una caminata larga donde sea necesario llevar sandwiches y tortas y una gaseosa para hacer un alto en el camino.

Cuando ya hayas caminado con alguien, sean uno, sean cinco o sean veinte, unos cincuenta o cien días, checa si esa persona te agrada, o una de ellas, y proponle ser su amigo, y si se puede que sea tu amiga, tu amigo con derechos, mejor, pero eso sí, bonitos y claros. Y si te rechaza, pues insiste, y si te rechaza, prueba con otro, con otra.

Para cuando te des cuenta ya habrán pasado ciento treinta días, sin tristeza y sin depre; y si no estás feliz para ese entonces, por lo menos estarás cansado y con un cúmulo de experiencias, de lo que viste, de lo que sentiste, de lo que descubriste... Y ya tendrás el ánimo de irte al cine, de leer tres libros, de apuntarte en la escuela de oficios, de terminar una maestría. Y yo quedaré contento de saber que ayudé a alguien en el otro lado del mundo, tan solo por escribir unas cuantas letras.


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