¿Y si ahora ya no es necesario que adoremos a un Dios?
¿Y si ahora no ya no es necesario que le recemos, le
solicitemos favores a Mahoma, ni a Ala, ni a Buda, ni a Yahvé, ni a Jesucristo,
ni a ningún otro Dios?
Y si todos esos personajes sólo fueron individuos
que creyendo en una filosofía propia sólo quisieron que ésta quedara por
siempre plasmada en palabras sabias y éticas que sus seguidores se encargaron
de glorificarlas y hasta de inventar otras para hacer más contundente su
mensaje...
Y si el hombre de sus tiempos ávido de encontrarle
un significado y una razón a su vida las creyó y construyó templos, capillas,
iglesias, sinagogas, mezquitas, y muchos más recintos para adorarlos...
Pero si ahora con todo lo que sabemos de lo infinito
que es el universo, que nos damos bien cuenta de lo que es el bien y el mal (que esto ha existido siempre), ya
no es necesario pedirles que nos cuiden o que nos ayuden, porque sabemos que
cada uno es responsable de sus propias acciones y decisiones.
Entonces... Deberemos encontrarle una
justificación a la vida cada día.
Decirnos:
Hoy vale la pena despertar para irme al trabajo a
terminar una mesa, a soldar una puerta, a hacer una llave, a pulir los zapatos
de los otros, a hacer negocios con quienes toquen a mi tienda, a mi taller, a
mi fonda para satisfacer sus necesidades por un precio justo. Hoy es necesario
que vaya al consultorio porque una fila de pacientes necesita que sane sus dolencias. Iré a la escuela porque mis alumnos me esperan, o a la oficina porque hay muchos problemas que resolver. Hoy
voy a ir al trabajo, porque las calles esperan ser barridas y la basura
recolectada para que todos vivamos más limpio. Hoy le voy a ser útil a alguien,
a la sociedad; y más importante, le voy a ser útil a mí mismo.
Hoy vale la pena haberme levantado porque voy a
mandar a mis hijos a la escuela, y
cuando regrese a casa del trabajo veré que hagan la tarea y que ayuden a
limpiarla y que estudien con ahínco para que cuando sean mayores tengan un
oficio o una carrera para mantener a quienes dependan de ellos. También, si no
se portan bien, los voy a reprender si hacen algo que afecte para mal a los
demás, pero también les voy a enseñar con el ejemplo la diferencia entre el
bien y el mal.
Hoy voy a hacer muchas actividades para que este
día transcurra sin que me dé cuenta y para estar contento y satisfecho cuando
las termine. No sé: estudiar, leer, ir al parque, trabajar duro, comer algo
sabroso, tomar un café, hacer deporte, oír la música que me gusta, irme a
bailar. Todo esto lo puedo hacer solo... pero lo más seguro es que lo haga con
los demás.
Y así, podría enumerar otras cien acciones para
que contribuya a que quienes me rodean sean felices... Y al mismo tiempo yo
también sea feliz.
Entonces, con todas esas razones, ya no necesitaré
preguntarme...
¿Y si no ya no es necesario que adoremos a un
Dios?
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