"Chingaderitas"

La vida está llena de “Chingaderitas”. Quien aprende a vivir con ellas, a tolerarlas, a saberlas llevar, ya la hizo. No digo que eso asegure su felicidad, pero de seguro les suavizará varios enojos; no digo que no les molesten, como a otros como yo que nos encabritan, que nos dejan con un nudo triple en los dos intestinos y nos echan a perder el día, si no es que la semana o el mes; pero de que ellos las saben llevar mejor que uno, las saben llevar.

Esas Chingaderitas vienen en varios tamaños, colores, sabores y formas. Un buen día te deja la novia porque “ya no le lates”; otro, alguien patea tu auto porque te acercaste al suyo demasiado; una tarde un chofer al que sin querer te le atravesaste te recuerda de mala manera a tu progenitora, a tu “Jefecita”, y tú, conteniéndote, sólo le respondes: “Que Dios te bendiga”; o un lunes el contratista carpintero desaparece y te deja el trabajo sin terminar y sin regresarte tu dinero.

A veces esas “Chingaderitas” marcan un cambio de rumbo en tu vida. Chocas tu auto super nuevo y lo dejas en calidad de lata comprimida, vino el temblor y te partió la casa, te dio COVID, te madreó, y para colmo, no supiste ni dónde lo agarraste; o una mañana tu jefe se apersona en tu oficina y te anuncia que, “Para ti”, se acabó la chamba.

Entonces es cuando dices. ¿Qué onda?, What the Fuck? ¿Qué hice yo para ganarme, para merecerme esto?

A la ocurrencia de esas chingaderitas que llegan de pronto sin anunciarse y sin decir agua va, que te cimbran y te enojan; hay que ponerles buena cara por terribles que parezcan. Eso es a lo que yo le llamo “un descontón” de la vida. Y no hay que echarle la culpa al perro destino (excusando a los caninos) o a la mala suerte, pero de que pasan, pasan.

Eso sí. No hay que dejar que te amedrenten. Está bien que te tambaleen y hasta que te tumben, pero no que te dejen tirado; pues de enfrentarlas y superarlas está hecho el carácter, y el alma, o el espíritu que es lo que la mueve.

El superar esas chingaderitas es lo que con el tiempo te hace más fuerte, más resistente, para que cuando ocurran nuevas, las enfrentes de mejor manera; y para que ya no les llames “Chingaderitas” sino “Eventos a superar de la vida”.

Yo por lo pronto cuando paso por ellas por azares de la vida, cuando me agandallan y me tumban... Rápido me paro. Entonces me enojo y ya no me detengo, sigo, sigo hasta que las dejo atrás, hasta que sus efectos pasan, y al cabo de un tiempo, de ellas, ya ni me acuerdo.

Pero eso sí, cuando me llegan de pronto y me agarran desprevenido... O me hacen llorar, o de plano me encabronan.

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