A una desconocida

Porque al fin y al cabo… Tú no eres para mí, más que una desconocida; y una foto no basta, o diez, o la secuencia toda de lo que fue tu infancia, tu juventud o de lo que es ahora tu madurez, para conocerte; tampoco ayuda mucho escuchar el timbre de tu voz, si yo no te he visto; y de tus fotos no puedo confirmar si eres tan alta como pareces; además, desconozco cuál es el color real de tu tez.

Y no es sólo eso; porque para decir que uno conoce a alguien bien, no basta una hora, unos días o un mes de cercana convivencia. "Conocer" a alguien lleva tiempo. ¿Cuánto? No lo sé.

Mira que hasta ahora me caes bien y hasta podría decir —modestamente—, que yo te caigo súper. Pero tú sabes, esas primeras impresiones con frecuencia se rompen y otras veces no corresponden a la realidad. Así que como crees que soy, seguramente no lo soy; y como yo pienso que tú eres, puede ser que seas mucho mejor.

Además... Tú vives en un mundo muy diferente al mío y el mío no se parece en nada al tuyo. ¡Vaya! Ni siquiera es similar; y hasta se nota que hablas otro idioma, aunque parezca que es el mismo; pero yo me he dado cuenta que no lo es por las sutilezas que ocupas cuando hablas, sin contar el tono de tu voz; ya no se diga que tienes otros gustos, hobbies y placeres; porque de tus fotos deduzco que eres "Classy", y sucede que yo de classy tengo muy poco; y sí, mucho de callejero; y esos lugares cosmopolitas del mundo a los que has ido, donde de seguro has degustado manjares y vinos que han ganado concursos, donde has admirado paisajes increíbles… Para mí, son inalcanzables.

De modo que mi concepto de lo que es la vida es limitado y no tiene matices internacionales, ya no se diga que mi paladar no va más allá de lo ordinario.

Pero el que para mí hasta ahora no seas más que una desconocida, no quita que con voluntad y ganas —si tú también quieres—, tendamos un lazo; un lazo fuerte y largo que llegue hasta donde tú estés; para que, con paciencia, te jale y te traiga. Y entonces sí, yo diga: Te conozco.