Por qué me convertí en asesino

Es simple. Odiaba estar odiando. Así que muerto el perro no había más rabia; ni de parte mía, y mucho menos de parte de él o de ella. Así, ellos salían ganando, porque de esa manera les ahorraba varios corajes y yo también me quitaba de encima ciertas inconveniencias.

Pero eso sí, desde que decidí hacerlo, nunca fui un improvisado, tanto que sigo vivo, libre y hasta paso por un ciudadano impecable.

Pero dejemos eso de un lado, porque ya sería presunción, y un asesino como yo no la merece, y menos porque no he terminado; todavía me falta saldar algunos rencores que ciertos individuos me han causado, sólo pasa que aún no se han ganado el que yo me tomé la molestia de mandarlos para el otro lado; porque aunque ustedes no lo crean, cada uno de mis actos los cálculo, los planeo, por minutos y hasta por segundos y selecciono el lugar y el tiempo más idóneo. Eso sí, cualquier muerte debe estar más que justificada; porque el bien no es solamente propio; sino social, que los antipáticos, los pendencieros y los violentos le hacen mal a todos, y un asesinato más no es cuestión personal, sino un acto de bondad que de vez en cuando requiere la sociedad.

Pero yo no le llamaré con esa palabra terrible que le llaman asesinar; tampoco la catalogaría como desaparición; más bien diría es una limpia, una erradicación de un mal, como si fuera un virus mortal que conviene vacunar.

Y si no tengo cargos de conciencia, no crean que estoy del todo mal, que soy un individuo enfermizo, un patológico, un psicópata burdo y bruto, un desquiciado que apesta desde el momento en que se acerca, o un cuate desagradable, de tics nerviosos o de platica errática y anormal. Pues no. Al contrario, soy todo un caballero refinado y cordial, o como me dijeron en Inglaterra “A pure gentleman”. Porque si has de matar, hay que hacerlo con discreción y hasta con suavidad.

Y no por ser refinado, crean que aborrezco a esos asesinos a sueldo de baja estirpe; sicarios, como les llaman, que por unos cuantos dólares se encargan de desaparecer a cualquier mortal; o esos que se creen de la alta sociedad, los francotiradores, de traje y de autos deportivos, que traen una herramienta super profesional, y que no deja huella y no se ensucian las manos porque la distancia es su especialidad.

Estoy convencido que morir es a donde todos vamos a llegar. Así que lo único que hago yo es acelerar ese trámite para algunos individuos que me caen terriblemente mal.

 

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