Salgo a rodar


Salgo a rodar con una bola de desconocidos. Es sábado por la mañana; la cita es en la Suzuki Pro-Shop de Patriotismo. 7:40 ya estoy ahí con los neumáticos de mi S40 a 29 psi en la delantera y a 36 psi en la trasera, con tanque lleno. Antes de partir, y después de comprarme un par de guantes, porque el derecho lo perdí la última vez que fui a dar una vuelta a Cuernavaca, nos congregan en la sala de ventas para darnos instrucciones. Saldremos por la lateral de Viaducto para dar vuelta en U hasta llegar a la salida a Puebla donde después de muchos recovecos que sólo los monitores entienden, tomaremos la carretera federal, luego la autopista para llegar a desayunar a “Cochinitos”. Nos piden que obedezcamos las instrucciones y que llevemos las motos con las luces encendidas.

Es mi primera rodada en grupo, aunque yo prefiero rodar solo como piedra en bajada: Me gusta así, porque así me paro donde me place y rento un cuarto de hotel “Equis” donde me agarra la noche. Pero no, esta vez decidí no hacerlo solo para ver si así me siento como un genuino Easy Rider.

No conozco a nadie. Me limito a seguir al jefe del grupo que va unas cuatro máquinas adelante y a ver como un segundo monitor se atrasa y se adelanta en una super moto que paradójicamente no es Suzuki. Se ve que es muy experimentado por la facilidad con que se mete y sale evadiendo el tráfico en sentido contrario.

Me siento extraño porque no entiendo cómo es esto de las rodadas; viéndolos, comienzo a descifrar ese lenguaje de manos y de pies común en este tipo de viajes. La mano alzada con dos dedos abiertos no es –como yo creía–, la señal de “Peace & Love”, sino de “Todos alternados en formación de escalera”; la mano alzada con el anular arriba, y no el medio, significa “Todos en fila india”; un pie estirado, bache a la izquierda o a la derecha, según suceda; los dos pies abiertos, momentáneamente, significa tope adelante.

Paramos varias veces para esperar a los rezagados y a los menos habilidosos. Yo ando en el nivel intermedio. Un choque serio, una barrida espectacular y varias caídas me han hecho acreedor a ese grado.

Por fin llegamos a Cochinitos. Aparcamos nuestras máquinas en batería pegados a la reja con la llanta delantera en posición de salida. La convocatoria fue buena, treinta y dos caballos de acero de varias marcas, siendo la más popular la de la casa.

Nos sentamos en varias mesas. Aquí se nota que el ser humano es analítico, y con una primera mirada cada quien escoge en qué mesa se sienta, como si de pronto adivináramos el carácter, la vibra de los que ya están sentados. Pocos se conocen, pero se nota en la plática que a muchos nos gusta la adrenalina, o disfrutar la paz de ver un despeñadero en medio de la bruma y la tranquilidad de manejar entre las montañas.

Me siento junto a Pedro, a Ernesto y a Halif, o algo así; tampoco vine a aprenderme todos los nombres de los ocho o diez con quienes comparto la mesa. Hablamos de cómo fue el trayecto, de todas las peregrinaciones que rebasamos en el camino, de la bondad de la inocencia de la fe de la gente humilde, si ese último fuera un calificativo correcto. Hablamos de todo, no hay prisa. ¿Pues qué no venimos a rodar...? A mí parece que más bien venimos a desayunar. Finalmente comienzan a levantarse y ya en pares de dos en tríos de tres regresamos platicando a las motos, arrancamos y seguimos al líder por carreteras vecinales hasta llegar a Cacaxtla. En el paseo cruzo palabras con dos o tres, con una pareja que trajo una moto nuevecita.

Después de una hora cuarenta, siguiendo la instrucción que ya nos había dado el monitor, nos reagrupamos a la entrada de la zona arqueológica para emprender el viaje de regreso. Parece que estamos todos, pero al contar nos faltan cuatro. Esperamos unos minutos, pero no llegan. Decidimos esperarlos en el estacionamiento. Al llegar a donde dejamos encargadas nuestras motos, allá están. ¡Aja! Ha quedado demostrado que somos malos para seguir instrucciones.

Parece que va a llover, la recomendación es usar los pantalones y las chamarras de plástico para aquellos que las traigan; los que no, ya se   #$*%&...  Léase: ¡Pues ni modo! Nos armamos como si fuéramos a una batalla, encendemos los motores y nos vamos por un camino de terracería siguiendo otra vez al líder, mientras el monitor nos pastorea como si fuésemos borreguitos obedientes. Vamos felices. Yo de Cacaxtla no entendí ni madres. Eso me pasa por no leer un poco de historia antes. El regreso es por la misma ruta. Una parte por la autopista, hasta salirnos en Rio Frío (No hay salida oficial, pero para las motos eso no cuenta), tomamos la federal pasando un sinnúmero de peregrinaciones que algo tienen que ver con la Virgen de Chalma. Entre las montañas sopla un viento frío, son las cinco cuarenta de la tarde y de vez en vez nos refresca una tenue lluvia que, por fortuna, nunca arrecia. Ya en la entrada a la CDMX regresamos a la autopista. Ahí nos detenemos para la instrucción final. Después de las “Gracias” del líder y del monitor habilidoso, nos echamos porras por haber terminado sanos y salvos el viaje. Estamos todos, menos los cuatro que no saben seguir instrucciones y que se separaron un poco antes sin decir adiós ni “Ahí nos vemos”.

Nos despedimos nostálgicos, estrechándonos la mano para seguirnos con abrazos apretados como si ya fuéramos grandes amigos y como si nunca más nos fuéramos a volver a ver en la vida.

                          ɞɞɞɞ …. ∞∞∞∞…. ɷɷɷɷ …. ϰϰϰϰ …. ɷɷɷɷ…. ∞∞∞∞ …. ɞɞɞɞ

Yo adoro al ser humano, al que se sabe indefenso, y al que no le importa el dinero ni la posición, ni si el compañero es guapo, la vecina bonita, doctorado, flaca, gordo, inteligente, estúpido o menso; al que es sincero y te ofrece su ayuda sin condiciones. Cuando me encuentro con uno o con un grupo de esos, me vuelvo perro callejero. A él, a ella, yo le escribo.

Esta vez me disculpo, sólo tengo un poema nuevo; así que he decidido para estas veces, tomar unos cinco, ocho poemas de los primeros que escribí y transcribirlos en este texto, a sabiendas que no todos me convencen, pero con la esperanza de que, al menos uno, a ustedes les asiente.




            DEPRE

A veces lo que me pasa
Me sobrepasa
Puede ser algo mínimo
o algo enorme que podría
romper un dique...
Y no puedo contenerlo
Lloro y me desgañito
con gritos silenciosos
y con lágrimas invisibles.

Entonces sé que mi cuerpo
no puede con el alma.

Voy y corro
hacia la esquina
Enfilo hacia el parque
Y reboto contra el semáforo
No sé qué me pasa y no lo entiendo
Que por favor alguien me diga
Como me quito como supero
Este pinche eclipse
del alma.

ɷɷɷɷ …. ϰϰϰϰ …. ɷɷɷɷ


  FADING

Cuánto tiempo más,
puede tu recuerdo
permanecer conmigo,
si el tiempo y la distancia
poco a poco lo borran.




        TRANZA

Confieso
que para escribir
palabras que te lleguen.
Las he copiado
del rincón de ese libro,
y del principio de aquel otro.

Algunas otras
las he tenido que sacar
del cajón de trebejos
de mi memoria.



EL TIEMPO PASA

¡Ah... Mujer!
Cúmulo de experiencias
y de sentimientos.
Hoy te alejas y me dejas.
Te extraño y te reclamo.
Pero sólo el silencio me responde.

Espero y me desespero
por no encontrar tu risa y tus aromas.

El tiempo pasa
      y traspasa...



POSESIÓN


Un loco se ha venido
a refugiar en mi cuerpo.
Se ha apoderado de mi mente,
y no me deja dormir.

Me despierta
a las doce de la noche,
y me obliga a escribir
poemas que nadie lee
y que sólo a él le gustan
(Hasta creo que los disfruta
con un masoquismo insano).

Me obliga a esperar
al cartero a esa hora
y a hacer llamadas
de larga distancia 
a mis hermanos,
con un teléfono de plástico.

Amigo.
Ven pronto en mi auxilio,
y líbrame pronto,
pronto, pronto.
De este loco...

Que soy yo mismo.



      REPETICIÓN

Te encuentro repetida.
En la calle,
en el metro,
en la provincia
y en la ciudad.
Tu figura me persigue
y no me deja.

Te encuentro repetida,
en la calle,
en el tren,
y en la tienda.
Tu recuerdo me persigue
y no me deja.



LADRÓN

El tiempo vendrá
y como ladrón del metro,
se llevará tu recuerdo.

Para cuando me dé cuenta,
será demasiado tarde,
para recordarte.



   DE SEGURO
Seguramente mi vida es corta
y quizás hoy en la tarde,
o en la noche mientras duerma,
quizás mañana, se apagará.
 
Me iré sin despedirme.
Allá adonde esté,
extrañaré el viento,
el sol, el mar...

Y tu sonrisa.



José F. Viveros.   4 de octubre de 2019

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