Carta de Amor
Carta de Amor
—Sin dedicatoria
Ir juntos
a redescubrir el
infinito.
Sentir que la vida se
mide
en gemes y a pasitos.
Descubrir
caminos en tu cuerpo
que estaban ahí...
Pero que no había
visto antes.
Sentir las mismas
formas,
otra vez, distintas.
Acostumbrarse
a la monotonía y a la
cotidianeidad,
como si tuvieran
destellos de novedad.
Reinventar la rueda y
la línea recta
con artificiosos
juegos de palabras.
Verte de cuando en
cuando
y de siempre en
siempre.
Encontrarte y dejarte
ir.
Irme lejos como un
perro vagabundo
y regresar como un
gato callejero;
reconociendo el mismo
plato,
la misma mesa, la
misma cama.
Saber que no estorbas
y que no incomodas.
Hacerte a un lado,
sin que sea molestia.
Aplicar lo mismo para
mí,
sabiendo que sí hastío
y enfado.
Divagar…
Construir sueños y
castillos de arena
que al más leve soplo
de realidades
se desmoronan como
pirámides de naipes.
Poner piedra sobre
piedra
y ensueño sobre
promesa.
Dejar que pasen los
años,
que caigan kilos en la
panza
y arrugas en la cara.
Viajar juntos cada uno
por su propio lado,
por su particular
vereda,
por su propio atajo;
con rumbos parecidos.
Construir un cielo a
pedacitos.
Armar un rompecabezas
que no cuadra
y al que le faltan
piezas.
Salirse por la
tangente
y entrar por la puerta
opuesta.
Entender que no todo
es perfecto,
y que la condición
humana es maravillosa;
y tiene a la vez, sus bemoles.
Descubrir
un mundo de promesas,
en quien se halla
cerca.
Reinventar el
triángulo equilátero,
y sacar la segunda
derivada...
de la paciencia.
Decirse adiós
tantas veces
y de tantas formas.
Para encontrarse
cada mañana, cada
tarde
y cada noche,
en las inmediaciones.
Decir Te Amo.
De mil formas,
cumpliendo el
requisito.
De no utilizar
palabras.
Apagar la luz.
Correr la cobija, la
sábana.
Escribir un poema de
amor
que se vuelva prosa y
que vaya
y diga lo que uno no
puede;
lo que uno, bien a bien,
no quiere.
Así, sin más ni más,
Y sin dedicatoria.
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