Sobre el difícil y complicado arte de tender una cama

Este “Procedimiento” lo conocen bien todas las amas de casa. Pero podría decir ‒sin temor a equivocarme‒ que a la mayoría de los hombres le es completamente desconocido. Por lo que considero, indispensable y necesario, sentar unas bases simples y claras para aquellas veces que, en conjunto con su mujer (Digo, entonces... ¿Con quién más podría ser?) ha pasado usted una noche fantástica y simplemente Ma-ra-vi-llo-sa (Ya sabe cómo son de exigentes, en ocasiones, las damas); o para aquellas, en que a usted no le cayó bien la cena y dio vueltas como mapache enjaulado en el cuadrilátero nocturno, jalando cobijas, sacando las piernas, botando almohadas... Para que al inicio del nuevo día ‒sobre todo los fines de semana‒, la mujer hábilmente, temprano desaparezca, con el pretexto de ir a desayunar con las amigas, ir al club, al super por la despensa o a ver a la mamá. Y usted perezosamente... se despierta, se estira, se medio baña, se perfuma, se cambia; y se pone a pensar que va a hacer ese día con su agenda.

Entonces voltea a ver el cuarto... Y... ¡Oh Sorpresa! Encuentra tremendo desbarajuste del campo de batalla, y con tal de no verlo, empaca ropa sucia en el cesto, avienta libros, videos, el control remoto, revistas, toallas en el clóset. Y viendo que aquello no mejora, decide que no tiene más remedio que... tender la cama.

 Se queda meditando cómo comenzar esa indeseable y molesta tarea. Entonces se acuerda del correo ése que le mando el tal Paco Viveros. Va lo imprime, y con cuidado se pone a leerlo y a entender las instrucciones.

 

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SOBRE EL DIFÍCIL Y COMPLICADO ARTE DE TENDER UNA CAMA

 

·        Tome primero el reguero de almohadas botadas ‒de dónde y cómo se encuentren‒, y júntelas junto al buró (Nótese que no fue pleonasmo), como se pueda.

·        Haga lo mismo con la colcha, o si le llama edredón... Pues edredón. El que usa para esos tiempos de jijo frío. Jálelo-la, hacia una esquina del cuarto. Obviamente, no encima de la cama.

·        Repita el paso dos para el cobertor que es una cobijita delgada de lana, y luego para las sábanas de fino lino, de algodón, de seda, de percal, o de lo que sea.

Nota: Noté que este procedimiento aplica para todas las clases sociales. Y aquí no hay eso de que... Yo soy rico. Así que me vale. Porque si verdaderamente lo es... ¿De qué se preocupa? Este procedimiento lo sabe bien la mucama. Pero sabe qué. Ella no trabaja los domingos.

Esto hecho, la cama debe quedar sólo con el cubre-colchón y con la sábana que tiene elástico en las esquinas.

·        Vaya ajuste el cubre colchón y la sábana de base, jalando ambos o cada uno por separado, de las cuatro esquinas. Métalas con cuidado debajo del colchón y verifique que la superficie le quedó tersa y limpia. Considere si lo último no fue el caso, cambiar una, o ambas piezas.

·        Busque dónde quedó la sábana con que se cubre uno. La segunda, en este caso, si es que usted, porque es muy “Popis” utiliza dos. ¡Aguas! Ésta es la que en la parte de la cabecera se dobla encima de todas las otras ‒incluyendo la colcha que va hasta arriba‒, y tiene por lo tanto un detalle delgado de otro tipo de tela a todo lo largo de la cabecera o un brocado, debiendo de ponerla boca abajo, para que, al doblarla, el doblez luzca. Pero hasta este paso, todavía no lo haga.

·        Tráigase el cobertor de lana y aparéjelo con la sábana de abajo. Después de estirarlas, asegúrese que la superficie le quedó otra vez tersa, jalando enérgicamente, una o ambas, por los dos costados. Si después de examinarlas encuentra que no están limpias, o lo suficientemente limpias, consideré sustituirlas. Si son demasiado largas, vaya y levante el colchón, y meta bajo éste, el extremo opuesto a la cabecera, cuidando que le queden parejos los dos lados.

 

Si ha seguido con cuidado cada uno de los pasos interiores tendrá una vista general de su cama. Y el paso siguiente será el más importante.

 Acto seguido extienda gentilmente encima de la cama, el edredón, la colcha a cuadros, la cobija que le da forma y presencia a la cama. Y repita pasos similares al punto anterior, sin tener que doblarla y meterla bajo la cama. Jale de los cuatro lados incluyendo la parte media de la cabecera.

Verifique que le quedó cuadrada, que está pareja a todo lo largo de los costados y que ambos lados que caen son iguales.  Recorra la superficie con la palma de la mano, para eliminar dobleces o imperfecciones. Póngase en cuclillas y eche una mirada a ras para ver si le quedó tersa.

·        ¿Se acuerda del cobertor de lana y de la sábana con que uno se tapa? Ahora sí. Proceda a doblarlas junto con el edredón, haciendo el doblez primero por un lado de la cama cerca a la cabecera, siguiéndose con el otro, lo suficiente para que le quede espacio para poner las dos almohadas. Aplaste el doblez a lo largo con la palma de la mano derecha y después cheque que le quedó nivelado y que luce bonito, elegante, el doblez de la sábana con que uno se tapa.

·        Traiga las dos almohadas. Cheque una por una. Fíjese si la funda no está muy ajada y que la almohada recuperó forma, si no, ajústela para que quede bien metida hasta el fondo. Repita para la segunda almohada. Considera reemplazarlas, si una de ellas está sucia o si quizás tiene manchas de bilé.

·        Acomódelas encima de la cama, apenas mordiendo el doblez de la sábana que tiene el brocado bonito dejándolas per-fec-ta-men-te simétricas con respecto al centro de la cabecera.

·        Por último. Vaya y ponga los adornos, esos que botó primero. Qué se yó, la almohadita cuadrada o redonda que su señora compró en París o en la China, el figurín de peluche que abraza la compañera de cama cuando sueña. Hágalo con sumo cuidado porque si los bota así no más, echará a perder todo este procedimiento.

 

Listo. Ha cumplido usted con el requisito mínimo que exigen las mujeres para seguir estando casadas.

P.S.  No espere ni un reconocimiento ni un diploma.

Aunque de una cosa yo sí estoy seguro; que a la larga, ella se dará cuenta, y que a escondidas le anotará un punto en su libretita secreta. Ésos que al juntarse con otras menudencias de la vida de casado, como lavar los platos de la cena, las cacerolas (de vez en cuando), pasear al perro, cargar bolsas del súper, regresar videos (Ah, perdón, eso ya pasó de moda), dejar todos los días a los hijos en la escuela, llevarlos a las clases de Karate, de pintura, de natación, de piano, de palitos tres, etc, etc, etc, podrían llegar a llenarle un día no lejano el cupón de premios... Y quizás lo recompensen con una noche de pasión atrabancada y loca, que a la mañana siguiente al despertar y descubrir que la mujer ha desaparecido de la escena, dejando escrito sobre el buró que fue a ver ‒otra vez‒, a su mamá que vive en la ciudad vecina.  Y usted a sabiendas que esconder cosas tiradas en el clóset no ayuda mucho, se decide a tener que volver a sacar el correo del tal Paco para repasar todos esos detalles que conlleva, el simple acto, de tender, la  %$*+#”&*$%&  cama.

 

 

 

                 SUEÑO

Ahora que me acuesto y cierro los ojos

me dan vuelta en la cabeza imágenes vívidas.

Esas que sé que nunca se detienen.

 

Veo aeropuertos repletos de pasajeros

que frente a mí van y vienen,

en una mezcla de alturas, colores e idiomas.

Veo gentes bailando, charlando, discutiendo,

en bares, en antros, en iglesias, en tables.

 

Yo en mis sueños me rebelo.

Jalo cobijas, almohadas, sábanas.

Y sueño que estoy entre tus brazos.

 

Despierto, me desubico, no reconozco.

Vuelvo entonces a mi realidad extraña.

 

No es mi casa, no es nuestra sabana.

Es solo una cama de kilómetros...

 

A la distancia.

 

 

   Por Ventura

Te encontré por ventura

Afortunado he sido

Al ganar lo que creí que nunca hubiese podido.

 

Aguárdame en el portal de tu puerta.

Que llegaré con un ramo de lilas al caer la noche.

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