A veces me quedo esperando a que alguien venga y me pregunte por qué escribo
A
veces me quedo esperando a que alguien venga y me pregunte porqué escribo...
Me voy muy lejos, en viajes que sólo
mi imaginación concibe, y transito por lejanas galaxias o me escurro por
diminutos pasadizos que me llevan a mundos microscópicos, viajo a pie o en
camión imaginario por pueblos ignotos donde encuentro historias increíbles y
prohibidas, en ese que no soy yo y que yo no he sido. Me siento a escucharme
mis historias para tratar de capturar un poco en la punta de mi lápiz para
después pasárselas en un descuido a mis amigos.
Algunos dicen que estoy loco, que
soy también un depravado y un poseído. Ignoran que yo no soy, yo —este externo
de nariz chueca y pantalón planchado con camisa—, el que escribe. Es ése. Ése,
el que vive dentro de mi cuerpo y dentro de mí mueve unos hilitos que me hacen
escribir tonterías y loqueras por las noches sin son y sin sentido.
Y
todavía me quedo esperando, a que alguien venga y me pregunte por qué
escribo...
A veces espero hasta que despunta el día, mientras palabras de amor, de ternura y de humildad fluyen por mi boca y salen por mis poros; que con el ánimo de ser congruente con lo que otros piensan, ni trato, ni intento de escribirlas en las hojas blancas que encima de mi mesa esperan.
Sé que los haría felices —recibir por mi conducto y salvaguarda—, un escrito que los hiciera rectificar su sano juicio y proclamar finalmente que me he curado, que escribí un bonito cuento para niños, o un poema cursi para idiotas. La verdad es que puedo. Pero no lo haré, porque no es mi estilo.
Y
todavía me quedo esperando, a que alguien venga y me pregunte despacito por qué
escribo...
No les daré ese gusto. NUNCA. No permitiré que piensen que me ha vuelto la coherencia, porque disfruto esta posesión de mi yo interno, que viene y me atrapa y me obliga a zarandeadas a escribir incongruencias de la vida, a decir el poema soez, amargo, porno, ése que duele, que encuentra resonancia en algunos pocos; porque para escribir banalidades y tonterías sin sentido... La verdad ya somos muchos; y lo que llega al alma, lo que lo golpea, lo que duele, entonces... ¿Quién lo escribe?
Y
todavía me quedo esperando, a que alguien venga y me pregunte despacito por qué
escribo...
Tampoco sé si gusta, un mucho o un poco siquiera, lo que escribo... A mí, para ser honesto. Me encanta. Porque soy yo mismo, y al mismo tiempo también soy otro. Y como nadie todavía me ha venido a preguntar, despacito y en el oído, porqué escribo; por qué no dejo todo y regreso a la sensatez, a la cordura. Entonces, pues... No lo sé. Ni quiero saberlo. Porque yo escogí escribir letras como oficio, y no me importa que me llamen chiflado, perturbado, loco, incongruente o inadaptado; porque sé que de estos últimos, será el reino… de los libros.
Recordar
Recordar
para morirse un poco:
Tu aroma,
El roce de tu piel,
Tu lengua áspera...
Tus pies fríos.
Extrañar
Y volverse a morir
Para resucitar
Cuando te vuelvo
A ver.
Ya
no
Ya no te deseo
Como antes
Pero todavía te deseo
Como el primer día
Como el segundo
Como el tercero
De veinte años después
De la vez primera.
Caja Vieja
Ven y adivina mi tristeza
La que he acumulado en estos días
Desde el martes en que te fuiste
La fui poniendo en esta caja vieja
Con una entrada, pero sin una salida.
Ya he perdido la llave
La combinación la he olvidado
Sólo tú tienes la clave
Sólo tú sabes cómo se abre.
Comentarios
Publicar un comentario