Poemario II
Hombre en Llamas
Soy un hombre en
llamas
Que arde por dentro.
Necesito de tu agua
Y de tus líquidos todos.
Para apaciguar esta
hoguera
Que me consume por
dentro.
Tú, todos lo tienes.
Déjalos salir.
Deja que vengan
a extinguir este fuego
que me quema,
que me calcina
por dentro.
Un Perro
Un perro.
Soy un perro
Famélico y sarnoso
Vago por las calles
Sin dueño y sin
destino.
La vida es una pelea
eterna.
El pedazo de carne.
El hueso suculento.
La oportunidad del
sexo.
Tener un techo,
Un baño,
Una buena comida...
Son lujos que no
merezco.
Pero tengo la
bendición de la lluvia,
La libertad del aire,
El libre albedrío de
mis cuatro patas
Y de mi cola que muevo,
Con el compás del
viento.
En esta vida de perro.
Si algo no gano...
Tampoco pierdo.
Room
Dentro de estas cuatro
paredes
Quiero que seas mi
puta
Una puta que todo hace
Pero que no cobra dividendos.
Dentro de estas cuatro paredes
Se rompen todas las reglas
Y todas las perversidades
Dentro de estas cuatro paredes
Se quedan.
Dejemos que la piel se friccione
Que nuestros labios
Y nuestros sexos
Se entiendan.
De Nadie
Hay cosas
que son de alguien.
Y cosas
que no son de nadie.
Así...
Tu amor es de alguien;
pero a la vez,
no es de nadie.
Mi Cueva
Me meto en mi cueva
Para escribir dentro
de ella
El aislamiento y el
silencio
Hacen que fluyan
libres
mis locas ideas.
Ya no te amo ni te
deseo.
La imagen de tu risa y
de tu figura
Se quedaron atoradas
En la piedra de la
entrada.
Me he hecho viejo
Me he hecho viejo
Negándome a serlo.
En esa negativa
constante
El destino me venció
de pronto
Y me hice más viejo
Que lo que hubiera sido
Si en oponerme
No hubiera gastado el
tiempo.
No me importan
Las canas ni las
arrugas
O el paso lento.
Sino, que ya no pueda
amar
Como antes lo hice.
Eso es lo que me
entristece
Y me desconsuela.
Verme impotente
Es el signo inequívoco
Del paso del tiempo.
El día en que yo muera
El día en que yo muera
no le diré a nadie adonde he ido. Llamaré a mis hermanas, a mis hijos y a
algunos de mis amigos, pero sólo para saludarlos y para hacer citas futuras sin
fecha ni hora.
Después me saldré de
mi casa caminando con un sombrero de pana y un pañuelo rojo atado al cuello.
Me iré a un bosque de
esos que nadie camina, de esos escondidos en lo más recóndito de una sierra sin
nombre. Ahí cavaré sin prisas una tumba fresca y justa. Después me sentaré en la
orilla a fumar un puro –yo que nunca he fumado–, con un lazo atado a la
cintura, que jale una trabe, para que al hacerme efecto las mil pastillas que
me trague, me caiga encima un buen montón de tierra, el suficiente para que
todavía vengan esas aves negras y grandes a comer a pedacitos este cuerpo viejo y gastado.
Esa será mi Gloria. Así
me iré volando a surcar otra vez los cielos.
“Los imperios
necesitan un enemigo para unir a su pueblo. Si no existe enemigo real, hay que
inventarlo.”
Paul
Auster
Si tú
Si tú
Nunca has visto
A un hombre llorar
Arremángate la blusa
Y dispón de mil
pañuelos blancos
Búscate cien palabras
de consuelo
Y prepara los mejores
abrazos
Que puedas encontrar.
Porque
Cuando llora un hombre
No es por una tristeza
pasajera
Sino por veinte o
treinta más
Que trae guardadas en
su pecho
Desde muchos años atrás.
Pero si hay algo
Que yo te pueda
recomendar.
Déjalo solo
Que gima, que grite
Que llore lo que quiera
Que contra la pared se
sorraje
Deja que solo se
consuele.
Deja que se canse
De llorar.
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