Pensar en el suicidio

Esta carta es para ti, amigo, amiga; que como yo, has pensado en el suicidio.

Mira que ya lo he considerado varias veces y he ideado el modo, la forma de que sea pronto, rápido, que no me duela, y de que no lo sufra o de que no lo sufra tanto. ¡Ah! Y sobre todo que no haga sufrir a aquellos que aún me quieren.

Te preguntarás... ¿Por qué he pensado en quitarme la vida si no estoy desahuciado, si no soy un viejo decrépito que sirve para muy poco y sólo estorba? Y también... ¿Por qué no lo he llevado a cabo?

Te preguntarás que quizás no tengo todo lo material que ofrece la vida, como una casa decente, dinero, autos y todas esas pertenencias que podrían marcarme como un hombre “De éxito”, o bien, viajes por el mundo a lugares cosmopolitas, cenas y comidas en restaurantes con tres o cuatro estrellas Michelin, en Nueva York, en la Ciudad de México, en París, en San Francisco, Nueva Delhi o Londres; o estancias en hoteles Gran Turismo, donde después de un tratamiento de SPA me diga “He vivido”. Pues no, pues, aunque escasas, he tenido algunas experiencias de esas.

¿Qué quizás no he amado? No es el punto. Me han amado más... que las que yo he amado o querido.

O será que haya algo que he deseado y que no tengo. No lo creo.

Probablemente mi clóset sólo guarda ropas y de trajes de mala marca y gastados. No, no es el caso.

Pudiera ser que mi refrigerador y mi alacena estén vacíos y sufra hambres y privaciones como un Homeless o como un joven de la calle. Tampoco es argumento válido.

Quizás he matado, he violado o he robado a personas buenas o inocentes. No, no sería justificante para terminar con mi vida. Me queda claro que los desalmados nunca se suicidan; sólo lo hacen cuando se ven verdaderamente acorralados y sin salida.

¿Será que en el trabajo tengo fracasos repetidos, y en vez de mejorar, mi situación empeora? Totalmente descalificado. En la oficina me tienen como empleado modelo y colaboro en dirigir el rumbo de la compañía.

Será que carezco de amigos suficientes que me saquen de esas depres repentinas o de las que duran fines de semana... No lo sé. Tengo contados amigos reales, y como todos, cientos de amigos virtuales, que ocasionalmente le dan “Like” a lo que escribo o publico en mis redes sociales. Así que no estoy solo.

¿No será que me hace falta un romance, nuevo y fantástico? No hay punto. Aunque recién vengo de terminar con el que tenía.

Podría ser que me haga falta un Dios sólido, como el que tienen muchos, al cual se apegan cuando los problemas los agobian, cuando están tristes o cuando están solos. No. Ya he adorado a varios en creencias y religiones dispares, y nunca distinguí porqué uno era mejor que otro.

Pudiera ser que la soledad de varios años ha permeado en mi alma y en mi cuerpo, que las paredes de mi cuarto han llegado a la conclusión que lo mejor es detener mi vida a seguirme viendo solo; y que la sala y la cocina me aconsejan que en un rato de valentía me anime a aventarme de un puente, de tomar una pistola corta y segarme la vida.

Pudiera ser... Pero no lo creo. Porque a decir verdad amo mi soledad y el silencio; y aunque a veces los detesto; no es tanto, como para llevarme al suicidio.

Y, sin embargo... No he dejado de pensar en él, como una alternativa de escape, de fastidio.

Sólo pasa que no hay una fórmula simple en que la gente diga:

¿Dónde está? ¿A dónde se fue? Hace tiempo que no lo hemos visto...

Y que además haya una pócima dulce y líquida que pase por mi lengua, que detenga mi corazón en menos de un latido y que igualmente apague mi cerebro, como apago yo la luz de este cuarto, y que no me duela.

Mientras tanto, pensaré que hoy me he suicidado y que ya estoy muerto.

Será una buena excusa, como la que no han tenido muchos que en realidad se han ido, por enfermedad, por el Covid, o por suicidio.

Una buena, para seguir viviendo con la firme determinación de que ésta es una segunda oportunidad de mejorar, de ya no ser un poco de lo que hasta hoy... He sido.

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