Bucaramanga
Sobreviví a un viaje
en auto de doce horas con más de mil quinientas curvas y algunos despeñaderos, desde
Bogotá a Bucaramanga, entre las muchas sierras que hay aquí en Colombia.
Bucaramanga se asienta
en una planicie entre montañas, a mil seiscientos metros sobre el nivel del
mar, un clima semitropical la envuelve; yo me siento a escribir plácidamente, entre
flores y árboles de aguacates, mandarinas y cacao, en la sala de la finca de
los suegros de Megumi, mi hija, la mayor. Trinos de pajarillos desconocidos por
mi oído me despertaron temprano; terminé por darme cuenta que no estoy en
México porque la chica que ayuda en la casa me regaló una taza con un agradable
aroma, un “tintico”. Hay un ligero rocío en el ambiente y yo mientras escribo lucho
por ganarme la confianza de “Tanger” el perro enorme de la finca.
Hoy me doy cuenta que
aunque existan lugares donde la pandemia pega, hay otros en que la vida sigue
su ritmo con tranquilidad. Aquí las aves no se han dado cuenta que existe un
Covid; tampoco los perros fueron notificados de su aparición. Yo, si antes
anduve de pata de perro por acá y por allá, en mi carácter de chavo ruco ya me
hice acreedor a las dos dosis de la “Sputnik” allá en la ciudad más grande de
México, y ahora viajo con más seguridad. Eso sí, usando cubrebocas correctamente
por respeto a los demás.
Confieso que nunca le he
tenido miedo a morir, pero tampoco me hubiera gustado hacerlo de una manera
estúpida o inconsciente. Me queda claro que a la muerte no hay que ir a
buscarla, mejor hay que dejarla que llegue, que ella, tarde o temprano, te
encontrará.
Sí, desde que empezó
el Covid he aprendido mucho:
·
Sólo se vive una sola vez.
·
Ama con pasión y ama con
oportunidad.
·
Si amas, exprésalo. Si odias,
guárdatelo.
·
El Sol sale para todos, y en cada
quien depende que lo quiera aprovechar.
·
Se baila con el cuerpo, pero también
se baila con el corazón.
·
No hay peso malo, no hay dólar malo.
Tienen el valor que tú les quieras dar.
·
Camina diez mil pasos y los sentidos
te regalarán mil sorpresas.
·
La muerte es sólo una etapa más.
·
Una mujer, es una mujer. Aquí, en
Rusia, en Colombia, en la Patagonia, en Reikiavik.
Ahora que viajo por
Colombia extraño a mi país; por fortuna un poema de Konstantino Kavafis viene a
salvarme de esta nostalgia inexplicable.
…. ∞∞….
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Itaca
Konstantino Kavafis
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los
lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los
emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
…. ∞∞….
ɷɷɷ …ϰ….ɷɷɷ…. ∞∞ ….
Viajando, yo sigo escribiendo poemas simples:
Fuiste Tú
Fuiste tú
La que estuviste aquí
“All the time”
You didn’t change
I was the only one
Who did.
Love is like this
One time, it exist,
The next one
It disappears.
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